He leído con estupor que la República Checa practica (ha practicado) un test falométrico a las personas que solicitan asilo político, refugiándose de la persecución que sufren por ser homosexuales. Si la respuesta no es la conveniente, deducen que el individuo miente y devuelven al pobre desgraciado a su lugar de origen. Parece una broma de mal gusto, pero es verdad, y ha provocado una denuncia de la Agencia Europea para los Derechos Fundamentales, un organismo de la Unión Europea, y luego ha llegado hasta el Parlamento Europeo, donde se ha montado un follón de mil demonios. La Comisión Europea se ha dirigido por escrito al gobierno checo para pedir explicaciones, y ya veremos cómo acaba todo.
El caso saltó a la luz pública en 2009, cuando un iraní solicitó asilo político en Chequia. Dada su condición de homosexual, arguyó, corría peligro en su tierra. Los checos pusieron cara de no creérselo y le invitaron a pasar por el test falométrico. Al poco, comenzaron las gestiones para devolverlo a Irán. El iraní en cuestión puso los pies en polvorosa y escapó a Alemania, donde solicitó el asilo, se lo concedieron y una vez sano y salvo, denunció el caso.
No sé si saben que la homosexualidad es delito (sic) en setenta y seis países, y es penado con la muerte en Irán, Arabia Saudí, Yemen, Mauritania, Sudán, Nigeria y Somalia. En la mayor parte de las veces, la pena capital es lenta, dolorosa, pública y humillante.
Sorprende, en primer lugar, que la República Checa emplee el test falométrico y que, en segundo lugar, dependiendo de los resultados, conceda o deniegue el asilo político. Y digo sorprende porque los checos son relativamente tolerantes con la homosexualidad. Desde 2006, una ley checa regula la unión homosexual, y cuenta con el apoyo de más del 75% de la población. No digo que todo vaya bien en Chequia, pero uno pensaba que no iba tan mal.
Aunque el gobierno checo ha afirmado que será bueno y que no lo volverá a hacer, no se ha comprometido formalmente a dejar de hacer dicho test. Asegura que sólo practicó el test falométrico con diez personas entre 2008 y 2009 y que éstas se prestaron voluntariamente a la prueba, verificada en todo momento por un sexólogo competente, y que a nadie se le denegó el asilo. Las organizaciones que defienden los derechos humanos en la República Checa, en cambio, mencionan el caso de dos hombres y una mujer que vivieron la experiencia de manera harto desagradable.
No valen excusas. Las organizaciones públicas y privadas que velan por los derechos humanos en Europa se llevan las manos a la cabeza y denuncian el trato humillante y vejatorio que supone un test falométrico. La comisaria de Interior de la Comisión Europea ha declarado que el test falométrico plantea serias dudas sobre su conformidad con la Carta de los Derechos Fundamentales en lo relativo a la prohibición de la tortura, el trato inhumano o degradante, y el respeto a la vida privada, que no es poco.
Pero ¿qué es un test falométrico? Es una prueba que inventó un tal Kurt Freund (físico, sexólogo y checo, qué casualidad), que consiste en la pletismografía del pene. Es decir, para que se entienda, que Freund aprendió a medir el flujo sanguíneo que pasa por el pito cuando el paciente es estimulado (generalmente, con imágenes pornográficas). El invento tenía una utilidad práctica: los homosexuales checos se libraban del servicio militar (no eran dignos de llevar uniforme, se decía), pero ¿cómo saber si uno tenía enfrente a un mentiroso espabilado o a un homosexual de verdad? Freund dio con la solución: el test falométrico.
Lo más curioso del caso es que Freund se enfrentó a los psicoanalistas, que sostenían que la homosexualidad era simplemente una fobia a las mujeres, a las terapias de conversión (que pretenden convertir un homosexual en un machote), que demostró carentes de fundamento, y al gobierno checo, entonces pro-soviético, al que convenció para eliminar la homosexualidad del código penal. Esto último tiene su mérito, a sabiendas de lo que pensaba el Partido Comunista de Checoslovaquia de los homosexuales... que siguieron sin hacer la mili. Pero, al menos, excepcionalmente en el bloque soviético, ya no eran criminales.
La plestimografía del pene o test falométrico tiene aplicaciones en el estudio de algunos tipos de impotencia y se dice que es muy efectiva para detectar la pedofilia, pero, como el polígrafo, sus resultados no son determinantes para juzgar las inclinaciones sexuales del paciente. Menos todavía si la persona que se somete a la prueba ha tenido experiencias traumáticas recientes relacionadas con el sexo, como en el caso del iraní, por ejemplo. Aunque se empleó con frecuencia en los años noventa en los EE.UU. y el Canadá para aclarar comportamientos sexuales criminales, su efectividad es discutida y la mayoría de los colegios médicos consideran que un test falométrico es humillante e innecesario en la medicina forense, con muy pocas excepciones.
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