Epidemias, inmigrantes y vacunas

Tenemos una clase política irresponsable, cuanto menos. El aquí vale todo llegó a un cierto límite que no puede tolerarse hace un par de días, poco más o menos, cuando el señor don Xavier García Albiol, alcalde y candidato a la alcaldía de Badalona por el Partido Popular, dijo en voz alta en un mitín que los recientes brotes de enfermedades contagiosas en Cataluña eran debidos, agárrense, a la inmigración. En pocas palabras, las de ese tipo, los inmigrantes vienen aquí a quitarnos el pan nuestro de cada día, a chupar del bote de las ayudas sociales, a delinquir y de propina, a contagiarnos la tuberculosis, el sarrampión y la tos ferina, por citar algunas enfermedades infecciosas.

Su lema es Hablando claro, y hablando claro, queridos lectores, esto es una canallada tan gorda... Además, es mentira. Parafraseando al filósofo catalán de moda, el inefable Guardiola, el señor García Albiol es un puto racista... o alienta el racismo para ganar votos, lo que no sé si es peor. En todo caso, hablando claro, predica maldades y mentiras. Veámoslo.

Una de las enfermedades que se asocian más comúnmente a la inmigración es la tuberculosis. Mentaré un artículo, por mentar alguno, sobre este asunto. Es el Cost-Effectiveness of Tuberculosis Control Strategies among Immigrants and Refugees, de Dasgupta y Menzies, que publicó en 2005 el European Respiratory Journal. Es fácil dar con él. El artículo analiza el problema de acoger inmigrantes con tuberculosis activa o latente.

Se calcula que el 25% de las muertes en el siglo XIX fueron a causa de la tuberculosis. Pero las medidas de higiene, la mejora de la calidad de vida y el progreso de la medicina han conseguido, en los países desarrollados, una incidencia menor de 25 casos cada 100.000 habitantes. En cambio, en los países de donde surge la migración, la incidencia es superior a 40 casos cada 100.000 habitantes, habiéndose producido un repunte de la tuberculosis en Sudamérica, África y parte de Asia. La migración se produce de los países con más tuberculosis hacia los países con menos tuberculosis; en pocas palabras, de los países pobres hacia los países ricos.

El estudio muestra que la población inmigrante mantiene esa tasa superior a 40 casos cada 100.000 individuos al menos durante veinte años. Luego, se normaliza y se sitúa en la tasa del país de acogida. Pero esta migración tiene una repercusión escasa (sic) en la tasa de tuberculosis de la población nativa, si realmente la tiene. Es fácil imaginar por qué: los inmigrantes viven en guetos, son más pobres que los nativos y viven en peores condiciones de salud e higiene.

Los autores se preguntan sobre la efectividad de los controles de tuberculosis en los inmigrantes y refugiados, y concluyen que la tuberculosis activa sólo podría detectarse en la mitad de los casos y que la tuberculosis latente sería prácticamente indetectable. El coste de estos controles no compensaría los costes sanitarios del tratamiento del tuberculoso.

El estudio concluye, copio: la estrategia ideal (y la más humanitaria) para el control de la TBC [tuberculosis] en el largo plazo sería la inversión internacional para la limitación de la infección en los países de incidencia elevada.

Cambiemos de enfermedad: el sarrampión. Ya hablé de él aquí. Sólo añadiré que los focos de la infección fueron familias que se negaron a vacunar a sus hijos, poniendo en peligro la vida de otros. Los jueces fallaron la vacunación obligatoria, por el bien común.

Nos queda la tos ferina en Cataluña. La tos ferina es casi inofensiva en un adulto, pero puede ser mortal en un bebé o un niño pequeño. La vacuna de la tos ferina se aplica en varias dosis, y no es eficaz antes de la quinta dosis, que se da entre los cuatro y los seis años. Cuando el niño cumple once años, la vacuna pierde su eficacia. Algunos médicos recomiendan otra vacuna en la adolescencia y otra en la edad adulta, para evitar el contagio de los adultos a los bebés, pero la Seguridad Social sólo cubre estas vacunas en Ceuta y Melilla. Por lo general, como las campañas de vacunación cumplen su función, estas vacunas en edad adulta se consideran innecesarias.

Hasta que, como ha sucedido ahora, la tasa de tos ferina más que dobla las previsiones de la Agencia Catalana de Salud. En tres meses, ha habido tantos casos como el año pasado. El brote de tos ferina está afectando a niños muy pequeños, y ya se ha pasado aviso a los pediatras y a los médicos de atención primaria. ¿Por qué?

Puede que sea una nueva cepa de la bacteria de la tos ferina, pero la estadística y el estudio epidemiológico muestra que el brote tiene mucho que ver con los padres que se han negado a vacunar a sus hijos y o que no les habían inyectado las dosis recomendadas.


Es un caso que comienza a ser frecuente: los movimientos antivacuna están produciendo brotes de enfermedades potencialmente peligrosas para la población. Ramón Dalmau, que es el jefe de la Unidad de Medicina Internacional del Hospital Santa Caterina de Salt, donde han atendido a la mayoría de los niños hospitalizados, ha afirmado en la prensa lo que sigue: Estos padres son un peligro para la salud pública.

El peligro para la salud pública no proviene, pues, de inmigrantes, sino de personajes adictos a las terapias alternativas y a un ecologismo chachi, de pandereta, irresponsable y peligroso. Son, hablando claro, unos imbéciles.

Pero más imbécil es, y más peligros provoca, ése que predica el racismo a cambio de un puñado de votos y se suma a cualquier leyenda urbana para cargar las tintas en el odio al extranjero. Imbécil, más que imbécil.

(Esto va por el señor García Albiol y los que jalean sus mentiras, pero también por el inventor del contrato del inmigrante, el alcalde de Vic, la alcaldesa de Cunit... Nadie se libra de parte de culpa en este brote epidémico de estupidez, que, ahora mismo, no conoce más vacuna que un poco de cultura.)

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