La entrada de CiU en el Gobierno de la Generalidad de Cataluña fue semejante a la irrupción de un elefante en una cacharrería. Hablo de los recortes, de la indiscriminada y aleatoria manera de reducir el gasto de la administración pública, que pone las cosas difíciles a quien menos tiene y no se molesta en salvar lo que se pueda de la sanidad o la educación pública, pongamos por caso, sino que, más bien, la ocasión parece que ni pintada para desmenuzar un modelo de Estado en el que no creen ni han creído nunca. Ni ellos, ni los demás, añado.
Algunas voces, incapaces de llevar la contraria al que manda, dijeron que quizá se habían explicado mal, y que había habido fallos en la comunicación de unas decisiones que no habían sido fáciles. Tal decían porque la gente se echó a la calle, con mucha razón, alarmada e indignada, y el cabreo pilló al gobierno con el paso cambiado.
Ahora parece que ha pasado el follón, ¿verdad? Pero vayan ustedes sumando y descubrirán una nueva política de comunicación del Departamento de Salud en particular y del Gobierno de la Generalidad en general.
Vienen elecciones, no conviene exaltar los ánimos. Échese la culpa al de antes (que tiene mucha, es cierto). Venga, pues, la trampa del Fondo de Competitividad, que conviene distraer al personal con otros ruidos. Venga Barça por televisión, no sea que la gente reflexione. Venga, pues, un silencio pavoroso en los medios de comunicación, porque cada miércoles, sin faltar uno, los trabajadores de los grandes hospitales públicos han salido a la calle, han cortado el tráfico y se han manifestado, mientras se pretenden privatizar los diagnósticos de alta tecnología (incrementando los costes y las listas de espera diagnósticas) y ya se han cerrado quirófanos, plantas y servicios de urgencias, además de haberse rescindido algunos contratos de trabajo... pero, eso sí, a la chita callando.
El silencio cómplice, la nueva política de comunicación de don Boi Ruiz, a. don Baudilio.
Hoy mismo, varias operaciones de cirugía cardíaca (ahí es nada) o la implantación de prótesis de rodilla o de cadera han incrementado el tiempo de espera un 35% en un par de meses, por la supresión de turnos quirúrgicos, y otras operaciones menores (cataratas, juanetes, etc.) tendrán retrasos que podrían sumar más de un año. El trabajo del personal sanitario, mucho peor pagado que en el resto de Europa, ha pasado de la casi plena ocupación a una tasa de paro superior al 20% en pocos meses. ¿Quién se atreve todavía a afirmar que no peligra la calidad del servicio?
Pero ¿a quién parece preocuparle?
P.S.: A los indignados que ocupan plazas. Únanse al personal de los hospitales públicos cada miércoles. Entonces, hablaremos.
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