El método Malinowski

Siempre digo Malinowsky, pero resulta que es Malinowski, y que se escribe así y se pronuncia asá porque es un apellido polaco. Sea como sea, el doctor Malinowski es considerado por muchos como el padre de la antropología contemporánea. Fue el primero en predicar la antropología más allá de la baranda; es decir, más allá de las terrazas donde los empleados y funcionarios de las colonias tomaban el té y contemplaban el cielo azul, el horizonte lleno de palmeras y esos personajes con un hueso en la nariz, que hablaban una jerga incomprensible y que eran sus administrados.

Bronisław Kasper Malinowski, nació en Cracovia en 1884 y murió en los EE.UU. en 1942. Unos le llaman padre y otros refundador de la antropología social, gracias a su método de recogida de datos, que se ha dado en llamar la observación participativa, o participante, que es como se traduce participant observation. El método es simple, en esencia. El antropólogo, que, digan lo que digan, siempre será un turista despistado, se suma a las actividades de los indígenas y luego comenta sus experiencias personales. Se supone que esa implicación en las actividades de la tribu le permite contemplarlas desde un punto de vista más próximo y menos mediado por la propia cultura, y así un antropólogo cualquiera puede entonces relatar sus aventuras de tal manera que coincidan con sus ideas preconcebidas y demostrar así que tenía razón al predicar el funcionalismo, el estructuralismo o lo que le venga en gana.

Esta aproximación al vecino la inventó Malinowski en Nueva Guinea. Como era un súbdito del Imperio Austro-Húngaro y se encontraba en una colonia británica justo cuando estalló la Gran Guerra, tuvo que contentarse con pasar una larga temporada en Papúa, mano sobre mano, sin pegar sello. Allá, muerto de asco, pero con estudios de antropología en el currículum (que había hecho en la London School of Economics), se sumó a los indígenas por hacer algo y matar el aburrimiento, y esa manera de hacer la bautizó como participant observation. Cuando publicó sus relatos, el mundo de los antropólogos se conmocionó y las señoras de bien se escandalizaron muchísimo (y se lo pasaron en grande) leyendo acerca de la vida sexual de los salvajes del noroeste de la Melanesia.

El método Malinowski pasa por científico, pero yo tengo mis reservas. Fíjense en la fotografía y adivinen quién es Malinowski e imaginen qué pensarían los caballeros que lo acompañan a la zambomba. Creo que no me hace falta decir más sobre la observación participativa o participante.

Ahora bien, si muestra usted dudas sobre el método Malinowski en una reunión de antropólogos, se tragará los dientes, aunque sean antropólogos estructuralistas freudianos (que no pueden ver a Malinowski ni en pintura). ¿Por qué? Por dos razones. Una, porque es el santo patrón de los antropólogos. Dos, porque cuestionar el método Malinowski es cuestionar las vacaciones pagadas por la universidad que llevan a los antropólogos a parajes exóticos donde, mientras disfrutan de la playa y el sol, cuestionan el modelo de relaciones de género (hace ya tiempo que dejaron a un lado las relaciones sexuales) descritas por un camarada de la profesión un par de años antes. Por lo tanto, por tótem y por razones obvias, Malinowski no se toca. Punto.

Como ya saben, o deberían saber, la antropología y la etnografía la forman en su mayor parte una secta de cantamañanas y charlatanes de todo tipo, que aseguran que el mundo es un discurso narrativo y que cualquier discurso tiene la misma validez que cualquier otro discurso, mientras sea coherente, dé la razón al antropólogo en cuestión y no demuestre, como suele acontecer, que el tipo dice cosas que no tienen ni pies ni cabeza. Por eso, si usted va por ahí con datos objetivos y estadísticas acerca de cualquier cosa, la mayoría de los antropólogos le dirán de todo menos guapo. El mundo de la antropología contemporánea es un reino reservado a la insensatez y mejor no discutir con insensatos, ya sea sobre Malinowski o ya sea sobre género, una mala traducción del inglés que quiere decir, en español, sexo.

Ahora bien, dicho esto, dígase también esto otro. Es posible que el método Malinowski sea una de las mejores aproximaciones al mundo visto con otros ojos. Quizá sea la única posible. Aunque consista en ser turista, forastero o extraño y dejarse tomar el pelo por los indígenas, ¿qué otro método existe para intentar comprender otras culturas?

Tanto es así que, a pesar del uso que hacen los antropólogos de sus observaciones, el método Malinowski resiste el uso que hacen de él los antropólogos (que ya es decir), los embates teóricos de la post-modernidad y hasta las críticas de un servidor de ustedes que, ya puesto, aplicará el método Malinowski a la fiesta en honor de San Bartolomé que se celebra en la villa de Sitges, comarca del Garraf, que no de Melanesia.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado?. Ni fu ni fa. Lo que más me trasmite este señor es que tiene envidia. Yo también a veces siento envidia, pero suele ser envidia sana, de esa que se la comunicas clara y abiertamente a la persona en cuestión, sin intentar disfrazarla de argumentos destructivos que el dominio de la palabra pone a mi alcance. Malinowski no me produce ninguna especial admiración, pero si lo juzgo será por sus actos y el resultado de los mismos, no porque estuviera más horas que yo bajo el sol.

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  2. creo que quién escribió esto, quería ser antropólogo, pero su calidad de análisis, síntesis, de interpretación y escritura se lo ha imposibilitado...

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