Gofras



Gofras tiene su razón de ser en la felicidad. Así es, en efecto, una gofra de la calle de Sant Pau (San Pablo) de Sitges es lo más que podrá usted arrimarse a la gloria en vida, créanme. Aunque es un dulce que no está exento de polémica, porque unos hablan de gofres y otros de gofras, pero qué más da.

El local lleva muchos años alegrando el olfato y el gusto del paseante, que después de hacer cola (siempre hay cola) comprará un trocito de cielo con chocolate y nata, con miel, con mermelada... También hacen crepés, pero... Bah, teniendo una gofra a mano... Gofras es el paraíso del goloso, el martirio del personal sometido a dieta, la felicidad a buen precio y el referente del buen comer que nunca aparecerá en la Guía Michelin.

Uno pide una gofra, se la preparan ahí mismo y se va con ella y cuantas servilletas de papel tenga a mano. No hay terraza, ni falta que hace, pues el dulce se come a pie y de pie, con avidez y sumo placer. Los indígenas pueden ganarse unos dinerillos apostando con el turista a que es incapaz de comerse una gofra sin mancharse de chocolate. Es imposible, con todas las letras, imposible, comerse una de estas gofras sin llevarse a casa un recuerdo de chocolate en la camisa o el pantalón, pero ahí está la gracia, que no importa, que vale la pena pagar este precio por darle a la galleta.

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