Venta ambulante



En Sitges, está estrictamente prohibida la venta ambulante en la playa y en el Paseo Marítimo. Así rezan las ordenanzas municipales indígenas, pero ¿quién les hizo nunca caso?

Lo cierto es que se venden objetos de marca falsificados o robados a la vista de todo el mundo. Los mercaderes son inmigrantes recién llegados, las más de las veces sin los papeles en regla. Sus jefes, los mafiosos de veras, nunca aparecen en la escena del crimen. Tampoco aparece la Guardia Urbana, si no es muy de vez en cuando y con parsimonia, no se me cansen, para que los mercachifles tengan tiempo de recoger los bártulos y salir corriendo. Así parece que exista represión cuando se da mucha permisividad, y esas carreras forman parte del juego, del toma y daca entre delincuentes y policías, que cubren las apariencias de unos y otros.

Los munícipes y los comercios indígenas han iniciado una campaña contra la venta ambulante. Se han colgado pancartas y letreros y se advierte del peligro de comprar a los manteros. Pero ¿quién hizo nunca caso de una campaña como ésta? Los lugareños y los forasteros siguen comprando bolsos, gafas de sol y relojes horteras de dudosa procedencia. Saben que son falsos o robados, pero no les importa, qué más da. Eso sí, luego se quejarán por ahí y exclamarán ¡qué vergüenza! ¡Habría que hacer algo! Seguro que añadirán expresiones malsonantes sobre la raza del tipo que les vendió un bolso de Hermés a diez euros.

Cuánta hipocresía, cuánto canalla. Si no comprasen en esos mercadillos improvisados, no habría manteros, ni la mafia que los explota. Si multaran a los compradores...

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