El prejuicio del bebedor idiota

El prejuicio del bebedor idiota... Tal es el nombre con el que Scott I. Rick, de la Universidad de Michigan, y Maurice E. Schweitzer, de la de Pensilvania, han bautizado una tendencia psicológica relativamente curiosa. La explican en el artículo The Imbibing Idiot Bias: Consuming Alcohol Can be Hazardous to Your (Perceived) Intelligence, que publicó el Journal of Consumer Psychology en junio de este año.


Los autores explican de qué va este asunto en el sumario de su artículo. Tras cinco experimentos con docenas de voluntarios, deducen que, ante la ausencia de cualquier evidencia que indique que usted es idiota (in the absence of any evidence of reduced cognitive performance), la gente tenderá a creer que usted lo es si sostiene o ingiere una bebida alcohólica en su presencia. Los autores recomiendan al lector que no pida vino si en una selección de personal le invitan a comer, aunque es curioso señalar que la mayoría pide vino para parecer más inteligente.


Hay más, los autores sostienen que esta discriminación de idiotas por razón del bebercio no tiene nada que ver con la creencia de que sólo los más tontos beben, sino que tiene otras razones. En uno de los experimentos, la gente cree menos lo que dice un orador si tiene una cerveza o un vaso de vino a mano (aunque en todo lo que dura el experimento, el orador no toca el vaso). Cuando se les hace esta observación, que el orador no ha bebido en todo el discurso, la respuesta del público insiste en el rechazo y argumenta que, de haber bebido, no se habría vuelto más inteligente.


El artículo dice que la relación entre consumo de alcohol y estupidez es tan familiar que la mera exposición al alcohol puede hacer que los demás le juzguen a uno menos inteligente. Aunque también sucede el caso contrario: si todos beben y usted no, usted será el idiota.


Es curiosa la percepción que se tiene de los demás y de uno mismo cuando hay bebida por medio. Cuando usted pilla en una reunión a uno dándole al vino, tiende a considerarlo más idiota que los demás; en cambio, cuando usted es quien le da al vino, no tiende a considerarse más idiota. Al contrario, cree que los demás apreciarán mejor su inteligencia.


Por eso, nos ponen en un brete si buscamos trabajo y quien nos entrevista es quien pide vino. ¿Qué hacemos entonces? Los autores responden que, si quiere caerle simpático, beba; si quiere parecer inteligente (pero antipático), pida agua.


P.S.: El sector vitinícola español ha respondido airado ante lo que consideran una criminalización del vino, así, con estas palabras. Luego han salido de copas.


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