Para que se entienda



Se discute mucho sin saber de qué se discute. Sobran pruebas de ello. Ilustremos, pues, al personal y señalemos con el dedo la estulticia de la que hacen gala los líderes patrios, los opinadores mercenarios profesionales y los de café.

¿Qué es la soberanía? Sin complicarnos la vida con filosofías, diremos que el soberano es el que ejerce la soberanía. En otras palabras, es el que tiene la última palabra en política. Esa última palabra es la soberanía.

En una democracia, la soberanía reside en la nación (a veces se dice en el pueblo), el conjunto de los ciudadanos, considerados uno a uno.

Será ciudadano quien pueda ser elegido para administrar los bienes públicos y comunes (la república). Un ciudadano puede ser elegido para ello por los demás o puede elegir él mismo a otro para administrar lo público y común.

España es una democracia y además un Estado Social y de Derecho. Social quiere decir que la política tiene que encaminarse a buscar el máximo beneficio para el mayor número de personas posible mediante sistemas de redistribución de la riqueza. Por ejemplo, la Seguridad Social.

Que sea un Estado de Derecho quiere decir que todos los ciudadanos son iguales ante la Ley. Es decir, gozan de las mismas libertades, pueden ejercer los mismos derechos y están sometidos a los mismos deberes y nadie, ni siquiera una mayoría excepcional, puede privarlos de esas libertades y derechos o librarlos de esos deberes. Por eso, la nación, que es el conjunto de los ciudadanos, es única e indivisible, porque la Ley no distingue entre uno u otro.

Si esa nación no fuera única o se pudiera dividir, unos ciudadanos tendrían o podrían tener más o menos derechos, libertades o deberes que otros ciudadanos. Eso quebrantaría el fundamento del Estado de Derecho y pondría en entredicho el compromiso social del Estado.

Al grano. Este concepto de igualdad ante la Ley es el que se menciona en repetidas sentencias del Tribunal Constitucional cuando se menciona la unidad e indivisibilidad de la nación española, no otra cosa. Pero no falta quien, con muy mala idea, sostenga que el Tribunal Constitucional defiende todavía el lema Una, Grande y Libre del general Franco, que nació en mal día y ahí se pudra.

No es verdad. Quien diga tal cosa es idiota, miente o pretende engañarnos, o quizá todo a la vez.

Anexo. Dos estadísticas.

En números absolutos, votos a favor, en contra y abstención en Cataluña.

 
Tanto por ciento de ciudadanos catalanes que votaron a favor de leyes fundamentales.

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