Que aprendan Barcelona y Valencia


El Circuito de las Américas, de Austin, Texas, EE.UU.

En Austin, Texas, EE.UU., se organiza un Gran Premio de Fórmula 1. El circuito se llama (modestamente) Circuit of the Americas. Para que la Fórmula 1 pase por Austin, Texas, tiene que pagar un fee, una tasa, a la organización de Ecclestone. Mónaco es el único circuito que no paga fee; Monza paga un fee de 5 millones de dólares; Abbu Dabi, o como se escriba, tiene el fee más alto y apoquina 50 millones de dólares. Los circuitos de Barcelona y Valencia no sé qué pagarán, pero será más de 20 millones de dólares, a ojo. No doy con la cifra exacta.

En Austin, Texas, EE.UU., como en Barcelona o Valencia, las autoridades locales subvencionan los gastos del circuito y pagan parte del fee. La razón es egoísta: una carrera del Campeonato del Mundo de Fórmula 1 atrae turistas, anima los negocios, procura riqueza al territorio. La teoría dice que la subvención vale la pena porque, aunque se pierda dinero en el circuito, se incrementa la actividad económica del territorio que lo rodea.

En Barcelona y Valencia, las subvenciones son multimillonarias y van y vienen sin tasa ni control y se asocian a nombres bajo sospecha. Se paga una burrada de millones que se justifican diciendo que una carrera de Fórmula 1 genera 150 millones de euros de beneficios al país.

¿Quién lo dice? Los responsables del circuito. ¿Cómo calculan ese impacto económico sobre el país? No se sabe. ¿Es ése el beneficio real de una carrera de Fórmula 1? Lo más posible es que no. Es una estimación.

En Austin, Texas, EE.UU., los responsables públicos calculan la recaudación de impuestos de un fin de semana cualquiera, impuestos que proceden de la actividad económica de la ciudad y su entorno. Las cuentas son claras, públicas y publicadas. Luego viene el fin de semana de la carrera y las autoridades vuelven a contar lo recaudado. La subvención será un tanto por ciento de lo recaudado de más el fin de semana de la carrera. Se publica el cálculo y se justifica la subvención, que el año pasado fue de 12 millones de dólares.

En Barcelona y Valencia podrían aprender de Austin, Texas, EE.UU., pero a más de uno se le acabaría el chollo, y perdonen la grosería.

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