Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón. Introducción al pensamiento subersivo



Un cantante se quejó de los malos tiempos para la lírica. Podríamos añadir que también son malos tiempos para la crítica basada en la razón, para la mentalidad abierta e ilustrada. Son tiempos que dominan las ideologías, que no admiten crítica alguna. 

Los ilustrados lo tenemos difícil cuando, día tras día, nos enfrentamos a las ideologías. Entiéndase aquí por ideología un sistema tal que:

a) Está orientado hacia la historia. Es decir, que sostiene que existe un sentido histórico, un destino.
b) Es un sistema independiente de la realidad. Quiero decir que sus principios o axiomas no pueden ser puestos en duda por los acontecimientos.
c) Estos principios permiten interpretar la realidad de tal manera que no se vulneran ni a) ni b). Dicho de otra manera, se distorsiona la realidad histórica o el presente político ya sea suprimiendo hechos, ya sea distorsionándolos, si fuera preciso (suele serlo).

Según Arendt (capítulo 13 de Orígenes del totalitarismo), toda ideología cumple con estos tres preceptos y por eso mismo contiene dentro de sí el germen del totalitarismo (la dominación totalitaria, más exactamente). ¿Por qué? Porque no tolera la crítica. Menos, los fundamentalistas, que no ven más allá del sistema cerrado (valga la definición de Popper) de su visión del mundo.

Existen dos ideologías que comparten esta estructura lógica: las religiones y los nacionalismos. Ambas percepciones del mundo tienen tanto en común que la estrategia de la crítica de una ideología vale lo mismo para la otra (y los argumentos de la defensa son también idénticos). Hubert Schleichert lo sabe, lo explica y se pregunta cómo argumentar contra una ideología en su libro Cómo discutir con un fundamentalista sin perder la razón.

Publicado por Siglo XXI y traducido por Jesús Alborés, Wie man mit Fundamentalisten diskutiert, ohne den Verstand zu verlieren es una obra de divulgación del arte y la lógica de la argumentación en el peor supuesto: ¿qué ocurre cuando dos que discuten parten de premisas diferentes (e incompatibles, en el fondo)? Pues, que no se ponen de acuerdo, ni pueden ponerse, porque tarde o temprano se cuestionarán los principios axiomáticos de la ideología (la fe, nacional o religiosa) o se pondrá en duda la razón como instrumento.

Con todo, Schleichert nos muestra las principales estrategias de la argumentación de los dos bandos, mostrando tanto su fuerza como sus límites lógicos. Hasta aquí podemos llegar, dice, señalando la imposibilidad de una conclusión común. Si uno se amarra a la fe, no valen argumentos y será inútil discutir con él. 

¡No perdamos la esperanza! Schleichert nos dice que la lógica no vencerá a la fe, pero sí el ridículo, la risa, el aburrimiento, la trivialidad... Nos introduce en el pensamiento subersivo. Una carcajada vale más que mil argumentos. 

El pensamiento subersivo emplea las armas del enemigo contra el enemigo, muestra tal como es la ideología y la lleva a sus últimas consecuencias. Basta con mostrar qué significa destino histórico con un par de buenas anécdotas para contemplar la ridiculez en toda su grandeza, por ejemplo. En ningún momento cuestionaremos la fe, no nos podrán decir que la hemos criticado, pero habremos expuesto hacia dónde nos lleva. No convenceremos al fundamentalista, pero quizá evitemos que la gente le siga o le dé importancia, y ése será nuestro objetivo.

Cómo discutir... no es un libro para todos los públicos, porque trata de lo que trata y no todo el mundo siente interés por la filosofía, la oratoria, la argumentación, la lógica o la historia de las ideas. Pero hay que darle la enhorabuena a Schleichert, porque plantea muy bien la cuestión y expone sus puntos de vista con elegancia y sencillez. Cualquiera podría leer y comprender lo que dice. Además, gasta la fina ironía de un vienés, reconozcámoslo, y eso es un obsequio que agradecemos mucho.

Después de leerlo, me han entrado muchas ganas de leer a Voltaire, maestro del pensamiento subersivo. También cita a Nietzsche, otro de los grandes maestros del pensamiento subersivo, aunque no fuera exactamente un ilustrado, en el sentido que queremos darle al término.

No hay comentarios:

Publicar un comentario