¿Qué actividades cotidianas ponen en riesgo nuestras vidas?
El Langone Medical Center es un prestigioso hospital neoyorquino que dedica parte de su presupuesto a investigación médica. No en vano, porque es el Hospital de la Universidad de Medicina de Nueva York. Hace pocos días, algunos médicos investigadores han publicado un artículo sobre el riesgo de muerte accidental, con la intención de señalar qué cosas que hacemos cotidianamente son las más peligrosas. Son más peligrosas todavía porque nos hemos acostumbrado a ellas y no les prestamos atención.
Los médicos neoyorquinos han señalado las cinco actividades más peligrosas de nuestra vida cotidiana y urbana. Agárrense y sufran. El orden es discrecional.
The Beatles corrieron un grave riesgo en esta sesión fotográfica.
La primera actividad peligrosa, cruzar por el paso de peatones. En efecto, cruzamos tan confiados por el paso de peatones que se nos echa encima el primero que pasa y se nos lleva por delante porque no nos hemos molestado en vigilar si venía. A la que está el semáforo en verde, cruzamos sin mirar. Ya pararán. Pues, ay, a veces no paran. Casi la mitad de los atropellos de peatones se producen en los pasos de peatones y eso es tan cierto en Nueva York como en Barcelona.
Ir con prisas, llevar auriculares o creer en que los demás respetarán las normas de tráfico y convivencia incrementará el peligro de muerte. Así que, tranquilos, atentos y desconfiados, mejor.
Con todo, era previsible: la mayoría de los peatones emplean los pasos de peatones y por eso mueren más peatones en los pasos de peatones que en otra parte, porque están todos ahí. Cruzar la calle por cualquier otra parte es más peligroso, pero también es verdad que entonces estamos más atentos.
Ay, que nos la pegamos.
La segunda actividad peligrosa, utilizar el teléfono móvil. Especialmente, hablar por el teléfono móvil. No, no, no tiene nada que ver con la radiación, sólo con la estupidez. El que habla por el teléfono móvil mientras camina, conduce o va en bicicleta corre un riesgo mayor que un beodo que casi pierde el sentido por culpa de una intoxicación etílica, porque no mira por dónde va. Caídas, tropiezos y resbalones son el pan de cada día de los caminantes que hablan por teléfono, y pueden ser mortales. Atropellos aparte. El uso del móvil en un vehículo es peligrosísimo. Peor todavía los teléfonos inteligentes, que son los verdugos de los usuarios idiotas. Una tercera parte de los accidentes urbanos en la vía pública tienen relación con un imbécil que habla por teléfono y sigue caminando, pedaleando o conduciendo.
Darle al vino es peligroso y le hace correr riesgos innecesarios.
La tercera actividad mortífera, consumir alcohol. El alcohol mata. Si bebes, no conduzcas, pero tampoco salgas a la calle, porque beber también mata a los peatones. Uno de cada cinco peatones atropellados en España iba bebido. Los que atropellaron a los peatones muertos también conducían con copas de más. Si se suman al alcohol los psicofármacos (antidepresivos, ansiolíticos, pero también drogas), se incrementa el número de muertes un 10%.
¡Peligro! Sin casco, con chanclas, hablando por el móvil.
La cuarta actividad urbana más peligrosa es ir en bicicleta por la ciudad. Se dicen maravillas de la bicicleta y se propaga su uso, pero uno se pregunta si no será para ahorrar en jubilaciones, porque los siniestros ciclistas suelen ser muy graves y son los ciclistas los que se llevan la peor parte. Si entre las víctimas hay un peatón, éste será entonces el que se lleve el premio. Los estudios revelan que la mayoría de los accidentes son causados por las imprudencias de los ciclistas y entre un 20 y un 30% de las muertes, por no llevar casco. Que los demás vehículos no respeten las señales de tránsito y que no exista una zona separada de vehículos y peatones para circular en bicicleta incrementa los riesgos.
Señoritas estupendas alejándose del riesgo dietético.
Finalmente, sorpresa. La quinta actividad peligrosa y mortífera es ¡seguir una dieta! La Operación Bikini es especialmente mortífera. Las dietas extremas o milagrosas o ésas a las que uno se lanza de cabeza para lucir palmito en verano son peligrosísimas, mucho más peligrosas de lo que se creía. Así, arritmias, hipotensión, déficit de sales minerales diversas y síndromes de muerte súbita serían más frecuentes de lo esperado entre los fanáticos del adelgazamiento.
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