Cómo encoger una lista de espera

Cuando el médico dice que usted necesita pasar por el quirófano, comienza la cuenta. Eso es lo que usted entendería por tiempo de espera, el tiempo que pasa entre el diagnóstico y la intervención quirúrgica, y mientras esperase estaría en la lista de espera. Es lo que sería lógico, ¿verdad?

Pues, damas y caballeros, no es así. Al menos, en Cataluña. A grandes rasgos, cuando el médico dice que hay que operar no comienza la cuenta. Comienza cuando ha pasado usted por varias pruebas (normalmente, análisis, radiografías, etc.) y a la vista de los resultados, el cirujano le dice que ya está usted a punto para conocer el bisturí. Con esta argucia, el tiempo de espera para una intervención quirúrgica en un hospital público se acorta algunos meses. Es una trampa que viene aplicándose hace años, a la chita callando.

Hace unos días, don Baudilio anunció que los recortes en la sanidad pública apenas habían tenido repercusión en las listas de espera. ¿Qué entiende por apenas? El tiempo de espera y el número de pacientes que esperan todo ese tiempo se ha incrementado más de un 40%, según las cifras oficiales.

Y los médicos cuestionan las cifras oficiales, dicen que las cifras reales son mucho más alarmantes.

Porque las cifras que dio don Baudilio no se referían al número de pacientes y a las listas de espera de todas las intervenciones quirúrgicas, sino sólo a las listas de espera de unas cuantas, previamente seleccionadas. Según los médicos y sus representantes, el incremento de pacientes que esperan y el tiempo de espera ha aumentado mucho más del 40%; en algunos casos, se ha más que doblado. También denuncian trampas en la contabilidad de las listas de espera publicadas.

A modo de ejemplo, uno entre tantos, el doctor Albert Miralles, que había sido presidente de la Sociedad Catalana de Cirugía Cardíaca y es uno de los especialistas que trabaja en el Hospital de Bellvitge, denuncia hoy en los periódicos que el tiempo de espera para las operaciones cardíacas llega, en su hospital, a los ocho meses, y que lo normal es que sea de seis o siete en otros hospitales. Él dice eso, mientras don Baudilio asegura, con sus estadísticas trucadas, que la lista de espera por operaciones cardíacas en Bellvitge no llega a los tres meses, y que la media en Cataluña es de dos meses. Con el corazón en la mano, nos merece mucho más crédito el doctor que tiene que lidiar con los recortes cada día que pasa que el conseller que da cobijo a Prats, Bagó y compañía, y se solaza con ellos.

En éstas, cuando el Gobierno de la Generalidad de Cataluña prefiere mentir sobre el proceso de degeneración que ha provocado en el sistema sanitario público, don Baudilio, el conseller de Salud, anuncia nuevos criterios para incluir el paciente en una lista de espera. Estos criterios servirán para reducir las listas de espera (oficiales), pero no para reducir el número de personas que esperan ser operadas, ni el tiempo que están condenadas a esperar por culpa de tanto cretino con cartera.

El nuevo sistema va por puntos. Si el paciente trabaja, tendrá más puntos que un niño, un jubilado, un parado o una ama de casa, que no trabajan, por ejemplo, porque prima la cotización. Hay que salvar a quien paga y si se muere uno que sólo genera gastos, mejor, es la regla. Otro criterio para obtener puntos es el tiempo que uno lleva esperando a que lo operen; más tiempo, más puntos. Cuando sume tantos puntos, entrará en la lista de espera y su espera comenzará a contar desde cero. ¡Desde cero...! Pero ¡qué es esto!

En fin, que tendrá prioridad quien más puntos tenga, en teoría, pero es todo muy discrecional. Si usted no suma esos puntos, aunque precise la operación quirúrgica según el criterio médico, no será incorporado en la estadística y váyase usted a saber lo que le queda para que le incluyan. El sistema no permite la comparación con la situación en otras Comunidades Autónomas, que cuentan las esperas sin hacer tantas trampas (no digo que no las hagan, pero Cataluña se lleva la palma).

El nuevo sistema de ocultación no ha merecido más comentarios en los periódicos catalanes que la letra pequeña, y sólo en algunos. Eso me permite censurar a la mayoría de la prensa del país, que han vendido su espíritu crítico por un plato de lentejas. Así nos va, así nos luce el peluquín. Canallas.

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