Viaje a Nueva York

Debo esto a tantos lectores que, según las estadísticas de El cuaderno de Luis, acuden a las entradas que mencionan la palabra Sitges. Últimamente, tengo olvidados a los indígenas del lugar, y cuánto lo siento.

Como no soy de carnavales, no he podido presenciar el desenfreno de los indígenas suburenses y los millones de forasteros que acuden a la juerga, así que no hay crónica. Tampoco sé cómo van ahora mismo las obras de destrucción-reconstrucción del conjunto arquitectónico del Cau Ferrat, un modelo de reforma arquitectónica que se basa en las experiencias de Cartago, Dresde y Leningrado. Espero que vayan bien, si van, porque, con esto de la crisis...

En cuanto al agujero negro que son las finanzas de Sitges, he sabido por los periódicos que el ayuntamiento ha llegado a un acuerdo con los trabajadores del municipio. Éstos verán reducidos los salarios, pero, por el momento, no se verán de patitas en la calle. Leo que suprimirán la paga de productividad de la Guardia Urbana... Ahora que pienso: ¿cómo se mide la productividad de un urbano? ¿Por el número de multas, sanciones y requerimientos? No critico a nadie, sólo es curiosidad, porque nunca me había detenido a pensar en este asunto.

Del origen de ese agujero negro que se está tragando los dineros de Sitges podría hablarse mucho. Suma, si los periódicos no se equivocan, 68 millones de euros, veintitantos de los cuáles son facturas sin pagar a diversos proveedores. Entre ellos, compañías telefónicas o eléctricas, pero también aparecen restaurantes, donde el anterior equipo de gobierno municipal se ponía las botas con mariscadas y demás ágapes, que la casa es grande e invita el señor alcalde, y no hago más que contar lo que me cuentan.

Entre nosotros, ya se apañarán las compañías de la luz y del teléfono, que bastante nos roban. Ahora bien, no me gustaría estar en el pellejo del propietario del restaurante de las mariscadas, que tendrá sin cobrar una fortuna en gambas y a ver ahora quién le paga. Como el patio no está para tirar cohetes, le va el negocio en el cobro de tantos dineros y yo que él no sé cómo reaccionaría si un día tropezase por la calle con el antiguo señor alcalde, ése que engordó a mi costa y que me está arruinando, el muy sinvergüenza.

Comprendo que un municipio pueda endeudarse. Se endeuda un millón... vale. Diez... ¡cuidado! Pero ¿tantos millones? No soy capaz de entender como nadie dio la voz de alto.

En esos tiempos, el derroche fue la norma y a nadie le importó un comino. A nadie. Incluso en 2009, cuando la crisis todavía no se llamaba crisis, sino desaceleración, cuando alguien había visto brotes verdes, se seguía gastando lo que no era de uno con una alegría impropia de personas responsables y en su sano juicio.

Fue entonces cuando se organizó en Nueva York una exposición sobre Martin Luther King, para celebrar los que hubieran sido sus ochenta años. Ciento y pico obras de arte mostrarían la visión de sus autores sobre el personaje. Dejando a un lado algunas propuestas artísticas, lo más llamativo de todo este asunto es que la exposición la organizó... el Ayuntamiento de Sitges. No sabía que el reverendo King fuera de natural suburense, pero en el fondo da lo mismo.

El presupuesto de la exposición subía a los 300.000 euros, en parte subvencionados. La exposición tenía como excusa fomentar un turismo cultural... y por eso se utilizó la figura del reverendo King y no la de Rusiñol, por citar otras opciones. Porque el reverendo King proclamó que tuvo un sueño precisamente en el Cap de la Vila, ¿lo sabían? Vamos, me lo imagino, digo yo, porque, si no...

La exposición cumplió sus objetivos; a saber, unas vacaciones pagadas a todo tren de gran parte del consistorio, señoras y amigos en Nueva York, porque no se perdió la oportunidad, no, por Dios, de visitar la Gran Manzana y anar de botigues. Además, se sumó al festival el señor Carod-Rovira, entonces conseller, que se apuntaba a un bombardeo con tal de figurar. El del bigote aprovechó la ocasión para inaugurar una embajada de la Generalidad de Cataluña en Nueva York, otro de esos gastos de nuevo rico, inexplicables si uno piensa que ya existía en la ciudad una oficina comercial catalana. El conseller se llevó consigo al entonces ex-presidente Maragall, que la casa es grande y los gastos van a cuenta de la VISA de la oficina y pagan los catalanes, que para algo están. Total, un fiestorro, y si la exposición nos costó 300.000 euros (oficialmente), lo que nos costó con dietas incluídas no quiero ni saberlo.

Llegados a este punto, ya ven para qué tanto gasto. Ni hemos visto la exposición ni me parece que valga la pena ir a verla. En todo caso, ¿cuánta gente la vio? No he sido capaz de encontrar las cifras. De todos esos visitantes americanos, también sería bueno saber cuántos se quedaron con Sitges in mente. ¿Alguno? Pues, así nos va.

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