¿Cómo se mide el éxito de una huelga?

Pues, vaya pregunta. Ni idea. No lo saben ni los interesados. Es un éxito, o un fracaso, subjetivo, siempre. Si revoluciona el país de arriba abajo, ha sido un éxito; si no, un fracaso; si consigue lo que busca, o parte, un éxito; si no, un fracaso; si... En fin, ustedes mismos. Ya ven que uno siempre barrerá para casa.

De entrada, aquello de la huelga ha sido secundada por tal tanto por ciento de la población, o de los trabajadores, es un acto de fe. En algunos sectores es fácil saber si ha tenido éxito o no; por ejemplo, en el transporte. En otros, como el comercio, resulta difícil saberlo. Podría estimarse con precisión, pero exigiría una muestra estadística amplia y mucho más tiempo del que necesitan para, ese mismo día, asegurar que la huelga ha sido un éxito o un fracaso basándose en un índice de huelguistas que, me permito aventurar, tiene más de cuento que de historia. Además, ese índice ¿sería significativo?

Se ha dicho que puede medirse la disminución del consumo eléctrico previsto (un 16%) o del consumo de gas previsto (un 9,7%). Un 16% de disminución del consumo eléctrico da alas a quien dice que la huelga ha fracasado, aunque también tendría que darlas a quien la considera un éxito. Hay que considerar que la climatología o las horas de luz diurna inciden en esta disminución (¡cuidado con las comparaciones!), y que un tanto por ciento que parece pequeño puede ser, en verdad, importante. Es una de las medidas más objetivas, pero la manipulación política de las cifras la convierte en muy poco fiable si la publican los periódicos, pues la interpreta quien quiere y como quiere y la gente que lee lo que lee no está metida en el mundillo de la distribución eléctrica y no se entera de lo que vale un peine.

Existen otras opciones, pero, al final, todo el mundo echa un vistazo a la gran manifestación y aquí se acabaron las objetividades de una vez y para siempre, porque la geometría y la física no cuentan para nada a la hora de calcular manifestantes.

Veamos, por ejemplo, la gran manifestación de Barcelona. Según el Gobierno de la Generalidad de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona, que son de la misma cuerda, sumó 80.000 manifestantes (muchos). Según los sindicatos, 800.000 (una burrada de gente). Los periódicos opinan según les va. La Vanguardia ejerce de voz de su amo y da por buena la versión oficial; El Mundo, en su edición catalana, da por buenos los 800.000 manifestantes, no me pregunten por qué, quizá para fastidiar a Mas; El País presume de objetividad y hace un cálculo de metros cuadrados y manifestantes por metro cuadrado que le da 275.000 manifestantes, pero calcula mal.

Lo que puede decirse seguro, a juzgar por el registro de fotografías, es que si la manifestación en contra del fallo del Tribunal Constitucional sumó más de un millón de manifestantes (cifra oficial), ésta, la de la huelga, tendría que sumar otro tanto, quizá un poco menos, pero no mucho. En todo caso, si fueran coherentes y consecuentes los contadores de manifestantes, no podría bajar del millón, tendría que ser una manifestación millonaria. Pero ocurre lo de siempre: o mintieron con el millón antes o mienten con los ochenta mil ahora. Mi versión de los hechos es pública: en el Paseo de Gràcia no cabe un millón de personas. Nunca se han manifestado en Barcelona un millón de personas. Nunca. Como mucho, las que se manifestaron ayer sumarían entre 75.000 y 100.000, geometría mediante y las del fallo del Constitucional, entre 100.000 y 150.000.

Quien no esté de acuerdo con el diagnóstico, que piense un poco en las cifras. Cien mil personas son muchas personas, muchas, demasiadas. Una formación militar del tiempo de los romanos que contase con cien mil legionarios ocuparía un frente de tres a cinco kilómetros de largo. ¡No está mal!

Otra consideración es la cantidad de personas por metro cuadrado. Sea un metro cuadrado, sea una persona en cada esquina; la concentración será de una persona por metro cuadrado, no cuatro. De hecho, los expertos en muchedumbres alertan de una aglomeración de cuatro personas por metro cuadrado, porque resultaría inevitable una avalancha, siempre muy peligrosa. Cuando se llega a las cinco personas por metro cuadrado, el peligro es de avalancha mortal. Prueben con una cabina telefónica. Metan una persona, bien; dos, apretaditas; tres, sobra una; cuatro, la cosa se complica; cinco... Si la cifra del Gobierno de la Generalidad de Cataluña sobre el número de manifestantes en contra del fallo del Tribunal Constitucional fuera cierta, o si lo fuera la cifra de la manifestación de ayer que dieron los sindicatos, tendría que meter a quince personas en la cabina telefónica. Usted mismo.

En fin, que unos dicen que fue un éxito y otros, un fracaso. No se pondrán nunca de acuerdo.

2 comentarios:

  1. Pues, yo estuve en la manifestación de Barcelona y, sin ánimo de polemizar,diría que fácilmente en la mayoría de tramos habría tres y cuatro personas por metro cuadrado.
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  2. No es polemizar. Lo único que digo es que cuatro personas por metro cuadrado son más que en el metro en hora punta. Tres, son mucha gente y muy apretada (casi imposible mover la multitud), etc. El experimento de la cabina telefónica es muy ilustrativo, pero también contar las cabezas que aparecen en una fotografía.
    La plaza de Cataluña bien llena suma quince mil personas, tirando largo, y yo he oído en la radio en más de una ocasión que se habían concentrado cien mil allá mismo. ¿Dónde?
    El problema de fondo es propagandístico. Reunir ochenta mil personas es algo muy gordo, muy gordo, pero parece que no sea nada porque durante años y años nos han vendido manifestaciones millonarias (imposibles), de todo signo. De la misa del Papa de tres millones (sic) en Madrid sólo podemos decir que es un milagro: es físicamente imposible. Tan imposible como reunir un millón de personas en el paseo de Gracia.
    Por eso me revienta que la prensa se sume al juego. Lo primero, guste o no, es la verdad por delante.

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