Diferencias de corte

A veces, un cirujano tiene que cortar por lo sano, pero su propósito es salvar la vida del paciente. No siempre tiene éxito, pero tiene un plan: sabe adónde hay que llegar, qué puede cortar y qué no, y procura que el choque traumático ocasionado por la intervención sea el mínimo posible.

Don Baudilio, a. Bío Ruiz, consejero de Salud (Sanidad) de la Generalidad de Cataluña, en cambio, no es que corte por lo sano, es que va dando tajos a diestro y siniestro. No le importa demasiado la vida del paciente, sino el negocio que espera a los que luego podrían cuidar de él. De entrada, su pronóstico es discutible: la sanidad pública pierde dinero, cuando tendría que decir que cuesta dinero, y acaso discutir cuánto estamos dispuestos a pagar o si podría costar un poco menos. No emplea el bisturí y aunque lo pintan con tijeras, sus cortes son tajos con el filo de un machete, chas, chas, que sajan sin ton ni son. Porque en vez de explorar al paciente, por ver dónde le duele y cómo hacer para aliviarle el dolor, él va cortando, ahora por aquí, ahora por allá, y lo está dejando hecho unos zorros, que luego ya veremos quién lo levanta.

Eso a cuenta de la gripe. Hace ya unos meses, los portavoces del personal sanitario alertaron del peligro de un colapso de los grandes hospitales si se daba el caso de una epidemia de gripe... como la de cada año. Como los servicios de urgencia de los ambulatorios cierran por órdenes de don Baudilio, los enfermos no tienen más remedio que acudir a los hospitales con servicio de urgencias. Las urgencias se saturan. En caso de epidemia de gripe, se colapsan. Es lo que está pasando ahora mismo.

En el Hospital Universitario de Bellvitge, han tenido que suspender las operaciones de urgencia (repito, las de urgencia) porque ya no quedaban camas disponibles. Varias plantas del hospital permanecen todavía cerradas por órdenes de don Baudilio y sus secuaces. El País denuncia que varias operaciones urgentes relacionadas con tumores malignos han tenido que ser suspendidas y se están programando de nuevo lo más pronto posible, que no se sabe exactamente cuándo será, porque, repito, el hospital se ha quedado sin camas. ¡Qué falta de previsión! O qué comportamiento más irresponsable.

Todavía recuerdo a don Baudilio mintiendo... perdón, diciendo que tal cosa no pasaría: en caso de una epidemia de gripe, los servicios urgentes estaban garantizados, por supuesto que sí, dijo. Si no mentía, no sabía lo que estaba diciendo. Porque también recuerdo a varios profesionales alertando sobre lo que podría pasar y finalmente ha pasado. Con sólo verles las caras uno sabía que estaban asustados.

Las tijeras de don Baudilio, que cortan a destajo con el beneplácito de don Artur Mas y las grandes empresas privadas del sector hospitalario, no sólo están sumiendo en el caos el que fue uno de los mejores sistemas sanitarios públicos de Europa, sino que pueden estar matando gente. Si no matándola, sí haciéndola sufrir, y esto no puede negármelo nadie. Nadie.

Lo que me amarga la vida es que tenemos lo que nos merecemos. Según las encuestas publicadas esta semana por el Centro de Estudios de Opinión de la Generalidad de Cataluña, los catalanes seguirían dando su apoyo electoral a los responsables de esta catástrofe. Pues, qué mierda.

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