¿Han oído hablar del comandante de las SS Bernhard Krüger? Este tipo diseñó un plan para desestabilizar la economía británica falsificando billetes de 5, 10, 20 y 50 libras esterlinas y poniéndolos en circulación. La idea venía de lejos: Krüger trabajaba en ella desde 1939, tuvo que superar muchos problemas técnicos para poder ejecutarla (el grabado, el tipo de papel, la codificación de la numeración de los billetes, etc.).
En 1942, parecían haberse superado todos estos obstáculos. Krüger había secuestrado a los más selectos artistas, grabadores, fotógrafos, dibujantes... falsificadores, de toda Europa, judíos, y consiguió habilitar el barracón 19 de Sachsenhausen, un campo de concentración tan siniestro como el que más. Bajo la amenaza de una muerte lenta y cruel, los prisioneros pusieron manos a la obra. Así que comenzó la impresión, se habilitaron otros barracones en otros campos: Mauthausen-Gusen, Ebensee, Auschwitz... Las fábricas de muerte eran también factorías y laboratorios a cargo de las SS y sus macabros planes. La Operación Andreas, también llamada Operación Bernhard se había puesto en marcha.
En 1943, el Banco de Inglaterra disparó las alarmas ante la aparición de unos billetes falsificados con tal arte que era imposible distinguirlos de los billetes buenos. Nunca nadie había alcanzado tal perfección.
En aquel entonces, las imprentas de Krüger comenzaban a trabajar a toda máquina. Hacia el final de la guerra, el ritmo de impresión era de un millón de billetes al mes. Se calcula que en abril de 1945 ya se habían impreso casi nueve millones de billetes falsos, con un valor total superior a los 134 millones de libras esterlinas. Esto ¿es mucho o poco? Pues es, aproximadamente, el 15% de la cantidad de dinero del Banco de Inglaterra en circulación en 1945, ahí es nada.
Cuando los aliados llegaron a Ebensee, el último reducto de la Operación Andreas, descubrieron que las SS habían iniciado la falsificación de billetes de 100 dólares, pero poco más. Lo cierto es que los alemanes intentaron borrar el rastro de la operación, y que lo intentaron meticulosa y brutalmente. Dos terceras partes de los falsificadores al servicio de Krüger (142) fueron asesinados; el resto salvó la vida de puro milagro, por un retraso en el traslado.
Krüger sólo pasó tres años en prisión: dos años detenido en Gran Bretaña y otro, en Francia. En 1948 estaba libre. Todavía hay quien sospecha que se libró de una buena por el peligro que suponía admitir lo que los alemanes habían conseguido. El sujeto murió en 1989.
En 1959, sacaron toneladas de billetes falsificados del lago Toplitz, cerca de Ebensee, donde se cree que fueron a parar la mayoría de los billetes... pero no todos. Porque Alemania, descartada la idea de arrojarlos sobre Inglaterra desde un avión (sic), los puso en circulación de manera disimulada. Alemania pagó a sus espías y sobornó aquí y allá con dinero falsificado por Krüger; muchas de las libras esterlinas alemanas enriquecieron a los políticos y empresarios españoles que negociaron con el Tercer Reich. Pero un falsificador polaco que sobrevivió a Krüger hizo un uso de los billetes falsos que los nazis no habían previsto, y el recién nacido Estado de Israel pagó parte de las armas y municiones que necesitó para sobrevivir en 1948 con algunos de estos billetes. Corren muchas historias y leyendas acerca de esta fortuna fraudulenta, ya ven.
Lo realmente cierto es que el Banco de Inglaterra lo pasó mal para sacarse de encima las falsificaciones en circulación. Sólo treinta y cinco años después, en 1980, se atrevió a dar el problema por resuelto.
En 1942, parecían haberse superado todos estos obstáculos. Krüger había secuestrado a los más selectos artistas, grabadores, fotógrafos, dibujantes... falsificadores, de toda Europa, judíos, y consiguió habilitar el barracón 19 de Sachsenhausen, un campo de concentración tan siniestro como el que más. Bajo la amenaza de una muerte lenta y cruel, los prisioneros pusieron manos a la obra. Así que comenzó la impresión, se habilitaron otros barracones en otros campos: Mauthausen-Gusen, Ebensee, Auschwitz... Las fábricas de muerte eran también factorías y laboratorios a cargo de las SS y sus macabros planes. La Operación Andreas, también llamada Operación Bernhard se había puesto en marcha.
En 1943, el Banco de Inglaterra disparó las alarmas ante la aparición de unos billetes falsificados con tal arte que era imposible distinguirlos de los billetes buenos. Nunca nadie había alcanzado tal perfección.
En aquel entonces, las imprentas de Krüger comenzaban a trabajar a toda máquina. Hacia el final de la guerra, el ritmo de impresión era de un millón de billetes al mes. Se calcula que en abril de 1945 ya se habían impreso casi nueve millones de billetes falsos, con un valor total superior a los 134 millones de libras esterlinas. Esto ¿es mucho o poco? Pues es, aproximadamente, el 15% de la cantidad de dinero del Banco de Inglaterra en circulación en 1945, ahí es nada.
Cuando los aliados llegaron a Ebensee, el último reducto de la Operación Andreas, descubrieron que las SS habían iniciado la falsificación de billetes de 100 dólares, pero poco más. Lo cierto es que los alemanes intentaron borrar el rastro de la operación, y que lo intentaron meticulosa y brutalmente. Dos terceras partes de los falsificadores al servicio de Krüger (142) fueron asesinados; el resto salvó la vida de puro milagro, por un retraso en el traslado.
Krüger sólo pasó tres años en prisión: dos años detenido en Gran Bretaña y otro, en Francia. En 1948 estaba libre. Todavía hay quien sospecha que se libró de una buena por el peligro que suponía admitir lo que los alemanes habían conseguido. El sujeto murió en 1989.
En 1959, sacaron toneladas de billetes falsificados del lago Toplitz, cerca de Ebensee, donde se cree que fueron a parar la mayoría de los billetes... pero no todos. Porque Alemania, descartada la idea de arrojarlos sobre Inglaterra desde un avión (sic), los puso en circulación de manera disimulada. Alemania pagó a sus espías y sobornó aquí y allá con dinero falsificado por Krüger; muchas de las libras esterlinas alemanas enriquecieron a los políticos y empresarios españoles que negociaron con el Tercer Reich. Pero un falsificador polaco que sobrevivió a Krüger hizo un uso de los billetes falsos que los nazis no habían previsto, y el recién nacido Estado de Israel pagó parte de las armas y municiones que necesitó para sobrevivir en 1948 con algunos de estos billetes. Corren muchas historias y leyendas acerca de esta fortuna fraudulenta, ya ven.
Lo realmente cierto es que el Banco de Inglaterra lo pasó mal para sacarse de encima las falsificaciones en circulación. Sólo treinta y cinco años después, en 1980, se atrevió a dar el problema por resuelto.
En el año 2007 se estrenó la interesantísima y cruda película "Los falsificadores", dirigida por Stefan Ruzowitzky, que explicaba una parte importante de la operación Andreas. Si no la has visto ya, te la recomiendo.
ResponderEliminar