La adopción de las armas de fuego portátiles cambió el arte de la guerra de una vez y para siempre. Fueron los tercios españoles los primeros en dominar el campo de batalla combinando picas, arcabuces y mosquetes, ya en Italia (véanse las hazañas del Gran Capitán) o en Flandes. Los holandeses perfeccionaron las tácticas de pólvoras y los suecos, las formaciones de picas. Entre finales del siglo XV y finales del XVII, la proporción de armas de fuego creció y creció hasta adueñarse de las formaciones de infantería.
Soldados daneses en la Guerra de Sucesión Española.
Las picas y alabardas eran exclusivas de los sargentos. Con ellas, alineaban a la tropa.
Las llaves de pedernal facilitaron el uso de las armas de fuego. Pero las primeras llaves italianas (a la florentina o a la romana) eran caras, delicadas y sólo funcionaban con pedernales de muy buena calidad. En Cataluña y en Escocia se desarrollaron llaves que funcionaban con malos pedernales y con rastrillos más grandes (la llave a la catalana y la snaphance). Tuvieron éxito por su robustez y simplicidad, siendo las más adecuadas al usuario medio de esas regiones (un tipo con faldas que levanta piedras para distraerse, pongamos por caso). Martillo y rastrillo evolucionaron a partir de estas llaves de fortuna, hasta que nació la llave a la moderna, en Francia. Esa llave se impuso en todos los ejércitos entre finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII.
Simulación de una batalla de la Guerra de Sucesión Española.
Hay que añadir otra innovación francesa, la bayoneta. Se sumó una cosa y la otra y entonces sí que cambió todo.
Las nuevas tácticas y formaciones de infantería se pusieron a prueba en la Guerra de Sucesión Española.
Los soldados eran capaces de formar en línea y disparar con poca instrucción. De hecho, la instrucción se impartía por el camino entre el centro de reclutamiento y los cuarteles del regimiento en campaña. Cada día se hacía una pausa, se practicaba un poco y se proseguía el viaje poco después. Los soldados se entrenaban para tirar dos veces por minuto. Formaban líneas de tres, cuatro o cinco filas de fondo, para batir a las líneas del enemigo. Sólo disparaban las dos o tres primeras filas. Cuando caía uno, los soldados de la cuarta o quinta fila ocupaban su puesto.
La línea formaba en cuatro filas. Disparaban las tres primeras.
Había militares partidarios de vaciar los mosquetes, todos a una, a veinte o treinta pasos del enemigo, para arruinar su moral, acobardarlo y entonces echar mano a la bayoneta. Los había, en cambio, que preferían mantener un fuego sostenido a cincuenta pasos de distancia. Aquí diferían en cómo disparar seguido: disparando por filas, por secciones, por pelotones... o quizá todos a una. El debate prosiguió hasta que se adoptó el fusil de percusión y ánima rayada, hacia la Guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX.
Una batalla típica se decidía en ese tiroteo. Se formaba en línea en ambos campos. Se aproximaban las líneas al paso que marcaban pífanos y tambores. A cincuenta pasos de distancia, se daba la orden de alto y se abría fuego contra el enemigo. Por secciones, divisiones, filas o pelotones, se quemaban dos o tres cartuchos por cabeza, rara vez se gastaba más munición que ésa. Entonces, una de las dos líneas cedía, agobiada por las bajas. Tan pronto empezaba a retroceder, la línea enemiga calaba bayonetas. La amenaza de los pinchos provocaba el pánico y los que habían cedido ya corrían pies para qué os quiero.
Los ingleses fueron los mosqueteros más eficientes a principios del siglo XVIII.
Como pueden ver, vence el que aguanta más desgracias. De ahí que la moral fuera decisiva en esta clase de lucha. Quien tenía los redaños de aguantar más tiempo la lluvia de plomo del enemigo, vencía. Por eso, las unidades más entrenadas, más bregadas en el combate, se imponían sobre las unidades de reclutas. No por tener más puntería ni disparar más seguido, sino por pura disciplina, por cumplir ciegamente las órdenes y quedarse ahí plantado mientras el otro te regala plomo y metralla. Eso explica por qué la brutalidad y se diría que el sadismo de la disciplina militar a lo largo del siglo XVIII. El soldado había de tener más miedo de su sargento mayor que de todo el ejército enemigo junto.
Ahora, unos técnicos e historiadores catalanes se han sumado al debate, para intentar probar, en primer lugar, qué disciplina de fuego era más eficiente y en segundo lugar, para comprobar si esa capacidad de disparar más y mejor que el enemigo era capaz de decidir una batalla. Como no es posible armar a mil voluntarios por aquí y mil voluntarios por allá y liarlos a tiros entre ellos, por ver qué pasa, han optado por la simulación por ordenador de situaciones tácticas estándar.
Han conseguido sacar a la luz un artículo en el Journal of Simulation, publicado en línea el 18 de enero de 2013. El artículo se titula The development of new infantry tactics during the early eighteenth century: a computer simulation approach to modern military history. Lo firman Rubio-Campillo (un programador del Centro de Supercomputación de Barcelona), Cela y Cardona (dos historiadores de la Universidad de Barcelona).
Es un artículo muy interesante. Cuando lo publican en inglés hablan de the development of new infantry tactics y cuando publican la nota de prensa en español o catalán hablan de los errores de catalanes y Borbones en la Guerra de Sucesión. Como dicen en catalán, qui paga, mana, y no abundaremos más en los problemas de traducción, porque el trabajo tiene su interés.
Simulación del despliegue táctico de las líneas francesas.
En la fotografía, regimientos navarros, italianos, alemanes y franceses.
La simulación sistemática en los estudios militares se remonta al Kriegsspiel prusiano (que nació hacia 1812) y no es nueva, en absoluto, aunque las computadoras de hoy en día son capaces de simulaciones realmente impresionantes. Dejando a un lado los clubes británicos de aficionados a wargames (algunos, formados por historiadores y militares) y los adolescentes con granos que están todo el día delante de la pleiesteishon matando enemigos, la simulación como herramienta de trabajo no ha llamado la atención de los historiadores europeos. Mejor dicho, no suelen tomársela en serio.
Simulación del despliegue táctico de las filas aliadas.
Destacan las tropas británicas, neerlandesas y alemanas.
Pero Rubio-Campillo, Cela y Cardona llaman la atención sobre la capacidad de la simulación para comprender el porqué del resultado de una batalla, después de diseñar un complejo programa que reproduce las situaciones tácticas de las formaciones de infantería de los primeros años del siglo XVIII. Friqui, friqui, ¿verdad? ¡Por eso me encanta el trabajo en cuestión!
Han descubierto (permítanme la cursiva) lo que ya sabían Mambrú y compañía: La moral de la tropa es determinante y el grado de profesionalidad, también, especialmente cuando uno se está ametrallando con el enemigo a tiro de piedra. En una situación así, decían los militares, gana el que tiene los c... más grandes, y perdonen ustedes.
Sitio y asalto de una ciudadela.
Podría ser la simulación del asalto a las murallas de Barcelona.
No importaba tanto disparar por rangos o secciones, sino aguantar y aguantar la balacera, sin dar un paso atrás, porque el que da media vuelta, pierde.
En muchas batallas, los aliados (ingleses, holandeses y alemanes) se impusieron sobre los franceses y españoles no porque disparasen más o mejor, sino porque tenían una tropa más acostumbrada a los rigores del combate.
Los ingleses barren para casa y aseguran que su sistema de fuego era mucho mejor que el de los demás, pero tanto la historia como la experiencia o la simulación pone en duda esta afirmación. Rubio-Campillo, Cela y Cardona lo cuentan con una simulación computerizada donde se ven unos puntitos que hacen las veces de soldados y se matan tranquilamente a tantos bits por segundo. Impresionante.
Interesante artículo, pero me surgió una duda, sabía que a partir de la Guerra de Sucesión española la tropa solía formar en dos líneas, pero en la segunda mitad del siglo XVII, durante las guerras del rey Sol, y la Guerra de Nueve Años, ¿en cuántas líneas se solía desplegar Regimiento?
ResponderEliminarLas dos líneas son más tardías, de finales del XVIII y principios del XIX. Anteriormente, formaban en línea de cuatro de fondo; posteriormente, de tres de fondo (y se mantuvo hasta el siglo XIX).
EliminarEn el siglo XVII, la combinación de picas y arcabuces obligaba a formaciones más profundas y estrechas.
¡Muchas gracias!
ResponderEliminar¿Puedes recomendarme algo de bibliografía para ese periodo de la segunda mitad del siglo XVII?
Acudir a los libros de la editorial Osprey Publishing (https://ospreypublishing.com/) es un tópico, pero tienen de todo y bastante bueno. Por ejemplo: The Spanish Tercios 1536–1704, MEN-AT-ARMS 481, Ignacio J.N. López. En su colección Campaign, tiene títulos como "Ramillies 1706", "Blenheim 1704", "Poltava 1709", etc., que resultarán muy interesantes (todo en inglés, naturalmente). Los autores suelen añadir más bibliografía. Existen otros libros que estudian el tema con más profundidad y detalle, pero con éstos uno ya se hace a la idea.
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