Estos días se cumple el 25.º aniversario de la inauguración... de la segunda inauguración del pabellón Barcelona, de Mies van der Rohe, que se levantó con idea de provisionalidad en 1929, aprovechando la Feria Internacional. Alemania se atrevió a romper con todo y llevó a la feria un edificio novísimo y revolucionario. La instalación tenía 1.000 metros cuadrados (un tercio edificados). En Barcelona, los críticos de arquitectura de la época acusaron a Mies van der Rohe de crear un espacio vacio. Fueron incapaces de comprender lo que estaban viendo, aunque el resto del mundo contemplaba el edificio con la boca abierta.
Se acabó la feria, se desmanteló el pabellón. Años más tarde, algunos lo echaban de menos. Decían (y es verdad) que pocos edificios habían influido tanto en la arquitectura contemporánea. Bohigas ya hizo pública la intención y la necesidad de devolver el pabellón a la ciudad de Barcelona en 1956. Le fueron dando vueltas al asunto, pero no se encontró la ocasión, o el dinero, hasta que Franco se murió y Narcís Serra, el alcalde, resucitó la idea, que finalmente ejecutó Pasqual Maragall, empecinado en proclamar el nombre y la marca de Barcelona donde fuera y como fuera.
Costó dar con los planos originales (se habían archivado, por error, en un museo de Nueva York), pero resuelto el patrocinio y los problemas técnicos, en 1986 se (re)construyó y se volvió a inaugurar, un 2 de junio.
Vamos a dar algunas pistas sobre la importancia del pabellón Barcelona, para aquéllos que, por a o por b, no la vean demasiado clara. No se había hecho antes nada parecido, dígase alto y claro; y ahora, los grandes arquitectos todavía copian a Mies van der Rohe. Luego, compárese el pabellón con el Palacio Nacional, donde ahora está el MNAC, que preside el paisaje de Montjuic, que se levantó el mismo año. ¿Cuál de los dos edificios es el más moderno? ¿Y el más imitado? Seamos iconoclastas: compárese el pabellón Barcelona con la Sagrada Familia, sin quitar mérito a ninguna de las dos obras: prácticamente conviven en el tiempo el último maestro de obras constructor de catedrales (Gaudí) con el primer arquitecto racional (van der Rohe), y el salto es tremebundo. Imagínense ahora al crítico carca de la Barcelona de Primo de Rivera, enfrentándose al pabellón Barcelona. Si ya decía de Gaudí lo que decía... Viendo la obra de Mies van der Rohe, se le quedaría la cara de asno.
Una obra maestra de la arquitectura de todos los tiempos.
ResponderEliminarNos enseña a comprender la importancia de lo que es esencial y de lo que sobra o es accesorio...