En los libros de historia, la llamada Ofensiva de Belgrado se fecha entre el 14 de septiembre y el 24 de noviembre de 1944. En una operación conjunta, el 3er Frente de Ucrania (que incluía el 2.º Ejército búlgaro) y el 1er Grupo de Ejército de los Partisanos Yugoslavos derrotaron a los Grupos de Ejército E y F alemanes, que contaban con el apoyo de los partisanos serbios (chetniks) y la Guardia del Estado Serbio. Poco antes, el 9 de septiembre, un golpe de estado había derrotado al régimen búlgaro (fascista) y el nuevo gobierno había declarado la guerra a la Alemania nazi.
Como los comunistas no se habían hecho inmediatamente con el poder, el Ejército Rojo no se tomó muchas prisas para liberar Sofía, pero la Ofensiva de Belgrado completó la derrota de la Operación Bagration (que había llevado a los rusos hasta la misma Varsovia) y expulsó a los alemanes de los Balcanes.
En 1954, los búlgaros levantaron un monumento al Ejército Rojo en agradecimiento por la liberación. Para entonces, Bulgaria pertenecía al bloque soviético y el monumento es uno más de los impresionantes homenajes patrióticos del realismo socialista. El conjunto artístico-monumental está en el parque del Ejército Soviético en la capital, Sofía. En lo más alto de una columna de granito de 34 metros, un soldado ruso alza el fusil codeándose con un trabajador búlgaro y una campesina del lugar, que lo achuchan y animan a gritar ¡Viva la Revolución!, o lo que sea que grite el valiente. En la base del monolito, varios conjuntos escultóricos muestran escenas de la Revolución de Octubre y de heroicos soldados socialistas pisoteando a las fuerzas fascistas, mientras son aclamados por el pueblo búlgaro que, agradecido, se manifiesta a favor de la Internacional. Enternecedor.
Nada nuevo, en verdad, hasta que leemos que el embajador de Rusia en Bulgaria está echando fuego por las muelas. Una cosa es que el parque se haya convertido en un lugar de reunión de colgaos, alternativos y fanáticos del patinete. Hasta podríamos pasar por alto que delante del monumento se haya instalado un tobogán para que los patinadores se dejen los piños después de una pirueta con triple salto mortal. Pero el acto de vandalismo que se descubrió el pasado jueves...
Expliquémoslo. Con semejante tropa reuniéndose noche y día en los alrededores del monumento, aparecieron los primeros grafitos. Según consta por ahí, el monumento está protegido por las leyes búlgaras, varios tratados internacionales y acuerdos bilaterales entre Rusia (o la antigua Unión Soviética) y Bulgaria. Por lo tanto, la semana pasada, con premeditación y nocturnidad, una brigada municipal búlgara dejó el monumento como los chorros del oro. Fuera grafitos.
Tres días después, el jueves pasado, Sofía amaneció con un colorido manifiesto.
Alguien, un gamberro según los rusos, había pintado uno de los patrióticos bajorrelieves socialistas de tal manera que un partisano se había convertido en el mismísimo Papá Noel; un oficial ruso, en Superman; un soldado, en el Jocker; y otros, en el Capitán América, en Robin (posible amante de Batman)... Peor: uno de los soldados había aparecido caracterizado de Ronald McDonald, el payaso de las hamburguesas, y la Bandera Roja se había convertido en las Barras y Estrellas. Una pintada bajo la escultura dice (traduzco muy libremente del búlgaro): Adaptándose a los tiempos.
El berrinche del embajador ruso ha sido de los que hacen historia. La desacralización de la memoria de los guerreros que liberaron a Bulgaria y Europa del fascismo ha sido cometida con extremo cinismo, que no tiene precedente alguno en ningún otro país europeo con monumentos similares, ha dicho el embajador, dando a entender que, si pilla al del grafito, le hace la cara nueva y se va a tragar los dientes.
El ministro de Cultura búlgaro se ha disculpado oficialmente y se ha gastado 400 euros en limpiar el monumento otra vez. Mientras tanto, la policía búlgara busca al autor o autores del desaguisado. La multa que espera al artista suma 2.500 euros, tirando por lo bajo.
Aún así, el embajador ruso está que trina. Fíjense que ha añadido a lo anterior lo siguiente: Tiene que preocuparnos que esto ocurra justo cuando está a punto de cumplirse el 70.º aniversario del inicio de la Gran Guerra Patria [el ataque de Alemania contra la Unión Soviética], cuando el mundo entero inclina sus cabezas a tantos millones de víctimas de los pueblos de la Unión Soviética en nombre de la paz en Europa. Ahí no le falta algo de razón al señor embajador.
Pero prosigue: Estamos decididamente en contra de la distorsión de la historia y de esta muestra de falta de respeto contra uno de sus más trágicos episodios.
Aquí podríamos discutir si el realismo socialista, entendido como movimiento artístico, no persigue, precisamente, distorsionar la historia, o podríamos mentar el concepto que tienen (o tenían) de la historia los teóricos marxistas y los políticos estalinistas. También es muy interesante el uso del término desacralización de un monumento de esta especie, porque el asunto tiene su enjundia. Ya saben: socialista, ateo... pero ¿sacro?
Parece una broma, y muy conseguida. Pero pone en evidencia la figura del héroe soviético (en general, la de cualquier héroe patriótico), que resulta ser, al fin y al cabo, poco más o menos un personaje de tebeo, una fanfarria colorista y deslumbrante de superhombres guiados por un destino histórico, que puede ser la dictadura del proletariado, la supremacía racial o la tan inefable como absoluta verdad de que los buenos somos nosotros y los malos, los demás. Pero, ojo al dato, que hay más lecturas del grafito. Podemos leerlo del revés. Esos héroes de tebeo ¿no son, a su manera, instrumentos de propaganda burgués-capitalista-liberal? El culto al poder ¿no es acaso el mismo?
Etcétera. En Bulgaria, las derechas quieren cargarse el monumento, como aquí las izquierdas quieren pasar por la piedra el Valle de los Caídos. Es decir, que el debate va más allá del grafito, más allá de la posible lectura de una performance artística, sino que se adentra en la historia y la política. ¿Por qué querer borrar la historia reciente? ¿Tiene mérito un monumento socialista, o fascista? ¿Puede permanecer en pie? ¿Por qué?...
Pueden darle vueltas y vueltas a este asunto. A cada vuelta, se les ocurrirá una nueva cuestión sobre el caso búlgaro en particular y otros casos semejantes en general. El monumento a los Caídos de la Zona Universitaria de Barcelona fue borrado de la superficie. Dicen que lo guardan no sé dónde, en piezas numeradas, y no sé qué harán con él. ¿Qué tendrían que hacer con él? Quizá explicarlo. ¿Reconvertirlo? ¿Cómo?
¿Verdad que es un tema apasionante?
No sé si esta gamberrada es arte o qué, pero sí que es cierto es que cuestiona muchas cosas, y mirándola por ahí... Pues quizá sí que sea arte, a su manera, una performance genial... o ¿forma parte de la broma interpretar el asunto como si fuera una obra de arte? El debate en internet sobre este asunto es encarnizado.
Pues a mi, insisto, me gusta más pintado...
ResponderEliminarPodrían hacer dos versiones, la original y otra pintada, que tendría mucho éxito en las galerías de arte europeas. Ciertamente, el grafitero (si se dice así) acertó de lleno.
ResponderEliminarPor cierto, lo de pintar las esculturas pertenece a la más auténtica cultura clásica griega. ¡No te digo! El caso da para mucho.