Después de escribir Los príncipes valientes, Javier Pérez Andújar había dejado el listón muy alto. Todo lo que se llevó el diablo es su segunda novela, y es una buena novela. ¿Mejor que la primera? Eso lo dejo para el lector. Mejor, no sé, no me atrevo a decirlo. Va a gustos. Es, eso sí, es diferente. Por lo tanto, el mérito es doble: en primer lugar, superar el obstáculo de una primera novela realmente magnífica; en segundo lugar, no repetirla. Tanto una empresa como otra merece mucho respeto. Bravo, pues, don Javier. Qué envidia que me da.
El relato gira alrededor de las Misiones Pedagógicas, que la Segunda República Española envió a los pueblos de España para iluminarlos con la cultura, las artes y las ciencias, grandísima ambición para tan pocos medios y tanta estulticia como se gastaba entonces (como la que se gasta ahora, pero con boina). Narra, también, el peregrinar de Velasco Flaínez, de familia de loberos, en busca de su único pariente vivo en una lejanísima Zamora. Aparecen personajes reales, imaginarios, y algunos a medio camino entre una cosa y la otra, tan hábilmente mezclados entre sí que uno al final no sabe a quién conceder la carta de personaje real o ficticio. Finalmente, es notable, más que notable, el sentido del humor que gasta Pérez Andújar, y se le agradece.
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