¿Cuál tendría que ser la máxima prioridad del gobierno? Hoy, quiero decir. Ayudar a crear empleo, ¿verdad?
Otra pregunta. ¿Quién tiene la culpa? ¿De qué? ¿Cómo que de qué? ¡De lo que sea! Ya conocen las respuestas posibles. La culpa siempre es de Madrid, que sirve tanto para un roto como para un descosido, de los inmigrantes, siempre demasiados, y sin duda alguna, de los funcionarios, aunque en verdad quiera decirse empleados públicos, porque el personal no distingue una cosa de otra.
La suma de una y otra prioridad en un gobierno de extrema derecha económica, como el de Artur Mas, exige tomar medidas. Hay que tirar p'alante y echarle la culpa a alguien por el previsible fracaso. Por lo tanto, se tendría que escoger con sumo cuidado al director general de Relaciones Laborales y Calidad en el Trabajo. En primer lugar, porque ese director general sería el responsable de mediar en las negociaciones entre sindicatos y empresas. Tendría que ser un gran negociador, una persona preparada y experta, competente, capaz de vencer y convencer. En segundo lugar, porque sería él quien negociaría el recorte de la función pública, esgrimiendo la máxima del ya veréis cómo las gastamos con los funcionarios, que se van a enterar de lo que vale un peine. Para eso se necesita mano dura y mano izquierda.
¿Quién es ese director general? ¿Qué méritos esgrime? ¿A quién han escogido? Veámoslo.
El currículum que publica en el sitio web de la Generalidad de Cataluña dice que el caballero es licenciado en derecho y que ha cursado estudios superiores de prevención de riesgos laborales y de prevención y seguridad integral (seguramente, dos cursos de post-grado). Desde mediados de los años noventa, ha sido profesor asociado de la Universidad Autónoma de Barcelona. En 2009, fue vicegerente de recursos humanos y organización de esa universidad. El personaje ha pasado por la Generalidad de Cataluña. El currículum nos recuerda que ha sido jefe de área de Políticas Sindicales del Departamento de Innovación, Universidades y Empresa (2004 a 2009), director general de Seguridad Civil (2003 a 2004) y subdirector general de Recursos Humanos en la dirección general de Emergencias y Seguridad Industrial en 2002.
Pero ¿qué no dice su currículum? Cosas muy interesantes.
Sonó en las quinielas del nuevo gobierno como director general de Policía, algo que al final no ha sido. Nació en Montblanc, pero ahora vive en Sant Cugat del Vallès, donde ha sido presidente de la sectorial de Trabajo y Relaciones Laborales de Convergència Democràtica de Catalunya. Abandonó los cargos en la Generalidad y la ejecutiva local del partido (que mandaba el ahora conseller Recoder) en 2009, por razones estrictamente profesionales, huyendo hacia la universidad. Parece que no se llevaba bien con Recoder. De hecho, está a las órdenes de un conseller con el que el señor Recoder se lleva fatal, el señor Mena. ¿Esto era interesante? Bah, intrigas de palacio.
Nos remontamos en el tiempo. Trabajó en Dragados y Construcciones, en los años ochenta, pero acabó en la Administración Pública.
Prueba de ello es que el personaje en cuestión fue condenado a un año de prisión e inhabilitación absoluta para un cargo público de seis años y un día por un delito continuado de malversación de caudales públicos. Fue en 1991, y la sentencia fue firme e inapelable. ¡Ahora comienzo a interesarme!
El tipo había sido secretario interventor habilitado del Ayuntamiento de Ascó. El juez se puso las botas juzgando la gestión del ayuntamiento, nefasta. De hecho, el alcalde de aquel entonces, el señor don Juan Carranza, fue condenado a la misma pena que nuestro protagonista. La acusación particular (el Ayuntamiento de Ascó, precisamente) pedía ocho años y un día de prisión, pero se quedó con las ganas porque el fiscal no quiso llegar tan lejos.
Las perlas de la sentencia son notables: [...] la contabilidad del Ayuntamiento se llevara de forma anárquica, rayando en lo caótico, pues no existía concordancia entre los ingresos liquidados y los padrones correspondientes, quedando al final del beneficio restos por cobrar y pagar, sin los debidos soportes documentales [...] tanto el secretario interventor como el Dipositario dieron viabilidad con sus firmas, necesarias para realizar las transferencias, a sabiendas de que los fondos públicos iban a una cuenta que ellos no podían intervenir ni vigilar, desentendiéndose por completo del destino que dichos fondos pudieran tener ni quiénes han sido sus receptores [...]. Etcétera. ¡Qué bonito!
Por tales méritos, diez años más tarde, bajo el reinado de Jordi Pujol, el personaje fue nombrado subdirector general y un año más tarde, director general de la Generalidad de Cataluña. Fueron dos años muy intensos. Experto en seguridad laboral, compró unos camiones de bomberos con un centro de gravedad muy alto, pensados para circular por el desierto (formaban parte de una partida de camiones de bomberos destinada a Egipto). La cuestión es que los camiones egipcios circulaban por la carretera, no por el desierto, y volcaban con facilidad. Hubo muchos accidentes. En uno de ellos, murieron dos bomberos. El cuerpo de bomberos todavía recuerda con desagrado la gestión de nuestro protagonista, y eso que duró poco.
Es notable que conservara un cargo como jefe de área durante el Tripartito, a las órdenes del conseller Huguet (ERC). Pero más notable es que don Artur Mas lo escogiera como uno de los mejores en su gobierno. Así entró a formar parte de la Mesa Redonda del rey Artur.
Porque, a decir de los sindicatos (así lo han declarado varias veces a los periódicos), el caballero hace gala de una pésima competencia profesional. Así se evidenció, por ejemplo, cuando se discutió el futuro de la fábrica Derbi. Ahora es este personaje el inepto que llevará adelante las negociaciones con los representantes de los trabajadores de la Generalidad de Cataluña. ¡Ay, Señor!
El caballero en cuestión, de quien hemos estado largando, es el señor Bonastre.
Suerte, suerte, que las negociaciones entre el Gobierno y los sindicatos de la función pública las preside la señora Ortega, consellera de Gobernación, que, siendo licenciada en psicología, sabrá aplacar el mal humor que surgirá en la mesa de negociaciones... Pero, ahora que pienso... ¡la señora Ortega no acabó la carrera! ¡No es psicóloga! Sólo lo intentó... y no pudo.
Ay, ay, ay, Señor... Que nos pillen confesados. Si éstos son los mejores, agárrense, que vienen curvas.
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