La última, los valores


Pronto nacerá el nuevo plan nacional de valores.

La última, los valores. Aunque la última, la última... no es.

Pero qué buena excusa para reclamar tu atención, querido lector. Porque el Gobierno de los Mejores anunció un plan para (cito) promover una nueva cultura cívica que garantice la cohesión social, la convivencia y el bienestar de la ciudadanía hacia finales de 2011. Entonces se anunció el Plan Nacional para la promoción de los valores en Cataluña para una nueva cultura cívica (sic) tal que así.

Hoy, dos años después, sabemos que ese plan está a punto y que tropezaremos con él en cualquier momento. Será una de las pocas, poquísimas, iniciativas del Gobierno de los Mejores en los últimos tres años, en los que sólo ha sabido aprobar un presupuesto (¡uno!) y perder doce diputados en unas elecciones anticipadas.

Estas personas querían conservar su identidad frente a la globalización.

Pronto, ya verán, La Vanguardia comenzará a hablar de la crisis de valores y el señor Cuní promoverá debates sobre qué valores habría que promocionar en nuestra sociedad. Qui paga, mana, que dicen en catalán. Al órdago se sumarán sesudos intelectuales subvencionados y ninguno osará manifestar que un gobierno que propone cuáles tendrían que ser mis valores éticos es un gobierno

a) filofascista,
b) gilipollas, y
c) ambas cosas a la vez y a un mismo tiempo.

Qué triste. Qué pena. Qué mierda de país, que lo tolera.

Traduciré (y comentaré) un fragmento de la nota de prensa que anunció dicho plan. Dice:

Participarán los diferentes departamentos de la Generalidad, con la colaboración de expertos del ámbito académico, universitario y social. [De hecho, han participado más de trescientos asesores externos a la Generalidad de Cataluña a lo largo de muchas reuniones y dos años.]

Iniciado por la Dirección General de Acción Cívica y Comunitaria [sic] del Departamento de Bienestar Social y Familia [sic], el Plan nace de la necesidad de repensar [¿?] cuáles son los valores esenciales que contribuyen a la convivencia, el fortalecimiento de la nación [sic] y la pervivencia de una sociedad [¿?] que quiere conservar su identidad [sic], en un momento en que la globalización y sus consecuencias se hacen evidentes en la cotidianidad.

Así, el Plan Nacional para la Promoción de los Valores definirá cómo hay que entender el civismo hoy [¿?], con el objetivo de convertirse en un instrumento [¡!] que promueva una nueva cultura cívica que vele por la cohesión social, la convivencia, el bienestar y la pervivencia de la identidad del pueblo catalán [sic]. Y es que, como pone de relieve el Acuerdo de Gobierno, el progreso y la cohesión social del país [¿?] se ha dado en buena parte gracias a los valores compartidos entre los catalanes [¿?]. De hecho, Cataluña cuenta con una larga tradición en programas y actuaciones de sensibilización en materia de civismo [¡¿?!].

Parece muy bonito, ¿verdad? Pero de bonito, nada. ¿Quién es el Gobierno de los Mejores (o nadie) para decirme cuáles han de ser mis valores (éticos)? ¡Que les den por viento!

Esta mujer viste así porque las autoridades promueven la pervivencia de la identidad de su pueblo.

Las pretensiones y objetivos del plan de marras me recuerdan peligrosamente la Formación del Espíritu Nacional del franquismo, por ejemplo, para no acudir a los ejemplos de la Grossdeutchsland o la URSS. En general, sólo los regímenes totalitarios (o con vocación totalitaria) insisten en decir a la gente qué es bueno y qué es malo, qué valores éticos han de prevalecer sobre los demás y qué valores forjan a un buen ciudadano. Allá donde se respeta la libertad, los gobiernos se limitan a aplicar la ley y allá cada uno con sus valores.

Los miembros de esta sociedad defienden los valores esenciales que contribuyen al fortalecimiento de su nación y a la pervivencia de su sociedad.

En un Estado social y de derecho, en democracia, la cohesión social se consigue combatiendo las injusticias sociales, promoviendo la igualdad de oportunidades y reduciendo la desigualdad de la renta entre los más ricos y los más pobres, no promoviendo valores. ¡Promoviendo valores...! Qué solemne tontería.

Igualmente, la convivencia y el bienestar de la ciudadanía se consigue mediante la aplicación de la ley y la acción de gobierno, que no ha de distinguir entre unos y otros por su escala de valores, sino por aquello que hacen o dejan de hacer a los demás.

Porque la libertad consiste, precisamente, en poder escoger mi propia escala de valores, cambiarlos a discreción y actuar en consecuencia. Mi libertad se acaba donde mis acciones (no mis valores) perjudican a los demás.

El establecimiento judío no compartía los valores del pueblo ario.

Sobre los valores que forman o preservan la identidad a un pueblo (cualquiera), sólo puedo hablar de gilipollez, de suma gilipollez, de un grado de gilipollez superlativo y extremo. No tiene ningún sentido hablar así. Ni teóricamente, ni prácticamente, por mucho que diga Hegel. En democracia, además, la cosa tiene delito.

Que yo dé más o menos valor a una cosa que usted es un asunto de mi particular incumbencia, que soy yo quien considera qué me conviene más, qué me causa más placer, por qué estoy dispuesto a sacrificarme o qué me interesa más o menos. Como un servidor de usted no es un ente aislado, mis valores (éticos) vendrán influenciados por mis relaciones con el entorno y he aquí por qué compartimos (algunos) valores, porque nos relacionamos entre nosotros.

Pero yo no formaré parte de la sociedad porque asuma sus valores, sino que yo asumo a discreción (algunos de) los valores de los demás porque me ha tocado formar parte de esta sociedad. ¿Una apreciación sutil? Quizá, pero evidente.

Además, los valores cambian y evolucionan, como cambia y evoluciona la identidad propia o colectiva. Hoy soy éste, que no es quien era ayer ni es quien será mañana, y eso vale tanto para mí como para una sociedad entera. Esto es así porque mi escala de valores (o la escala de los valores predominantes en una sociedad) cambia de acuerdo a mis preferencias, y es bueno que sea así, porque cambia el entorno, el medio y mis necesidades.

La pancarta dice: Francia tiene necesidad de niños, no de maricones.
Sostienen la pancarta quienes creen que sus valores son los únicos posibles y buenos..

De ahí que intentar demostrar que sólo una identidad o una escala de valores determinada es la correcta, la buena, la que se espera de un buen ciudadano sea una estupidez mayúscula, inmensa, de las que ponen alto el listón de lo burro que puede llegar a ser alguien.

También es, insisto, una ofensa contra la democracia, un síntoma de tiranía. Quien quiere imponer unos determinados valores a los individuos o a la sociedad desde el poder político, se inmiscuye donde no debe y ataca todo lo que es la diversidad de pensamiento, la crítica y la libertad y no puede ser llamado demócrata. Punto. No hay más.

Así que ya saben por dónde pueden meterse el plan nacional de marras. Se lo meten por ahí y bien adentro, y que duela.

Pueden leer más al respecto aquí mismo:

1 comentario:

  1. Mi querido amigo,

    ¿Recuerdas mis argumentos sobre el carácter totalitario del actual gobierno catalán? Puedes sumar también esta noticia.

    En cualquier caso, lo peor no es un gobierno de canallas sino un pueblo mentalmente anestesiado que aplaude sus ocurrencias con las orejas.

    Un entristecido abrazo,

    Carlos

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