Más sobre Ortega en Berlín (¡Pobres becarios!)


Hace unos meses, leí en los periódicos una noticia ridícula. La embajadora catalana en Berlín no sabe alemán, decían los periodistas, pero se le perdona, porque es la señora Ortega, sobrina de la licenciada Ortega, vicepresidenta del Gobierno de los Mejores. La habitual estulticia del Gobierno de los Mejores se sumó a un caso de nepotismo. No pude resistir la tentación y escribí una entrada sobre el caso, ésta:
http://luissoravilla.blogspot.com.es/2013/06/ortega-en-berlin.html.

Desde entonces, una semana sí y la siguiente, no, ha sido una de las entradas más leídas de mi blog. También ha provocado una inusual correspondencia.

La señora Ortega en Berlín, muñeco del pim pam pum de la prensa española.

Uno de los lectores me escribió airado, asegurándome que la señora Ortega en Berlín, la que no sabía alemán, no era la sobrina de la licenciada Ortega, sino alguien que compartía el mismo apellido. Así que un servidor de ustedes se había pasado tres pueblos en su acusación de nepotismo. Volví a consultar la prensa: El Triangle, El Confidencial, El País... Por si acaso, modifiqué la entrada y suprimí cualquier referencia al parentesco entre la Ortega en Barcelona y la Ortega en Berlín. También suprimí el comentario del lector, porque ya no procedía, corregido el texto.

Pero he vuelto a leer en la prensa que la Ortega en Berlín sigue sin saber alemán y que se le perdona porque es, en efecto, así lo aseguran varios corresponsales, la sobrina de la licenciada en psicología que hace las veces de vicepresidenta del Gobierno de los Mejores en Barcelona. ¡Todo queda en familia! La estulticia y la mala gestión.

¿Quién soy yo para llevar la contraria a tantos periódicos? Si me da la gana, la llevo, en eso no tengo ningún problema, pero en este caso me da por creer que la Ortega en Berlín y la Ortega en Barcelona son parientes. Cuando trabajé en una empresa pública de la Generalidad de Cataluña, nuestros directores contrataban a destajo a los hijos de, los hermanos de o los amigos de, y luego yo tenía que apechugar con ellos y hacer el trabajo por el que ellos se llevaban una buena pasta, así que ¿por qué tengo que pensar que la licenciada Ortega obra de manera diferente?

Sin embargo, una cosa es lo que yo pueda creer y la otra es la realidad. Así que me limito a repetir lo que dicen otros y ustedes mismos se lo creen o no se lo creen y si quieren decir algo al respecto, presentan pruebas a favor o en contra de las afirmaciones de la prensa.

En Alemania, todo son facilidades para aprender alemán.

Lo del alemán, en cambio, me lo han confirmado por activa y por pasiva. En los periódicos se pitorrean de los cursos intensivos de alemán que recibe la delegada Ortega en Berlín desde el mes de enero. Sólo han conseguido que alguien le escriba los discursos y luego ella los lea en público, con muy mala dicción tudesca y sin salirse del guión, pues como alguien levante la mano y pregunte (en alemán) si puede repetirlo, por favor, se organiza la de Dios es Cristo, que la mujer no pilla una palabra. La imagino leyendo Es tut mir laid ij kannij esprejen doich (i.e.: Perdonen ustedes, pero yo, de alemán, lo justo).

En una entrevista emitida por internet, el embajador español, muy diplomáticamente (claro), dice que no sabe si la señora Ortega en Berlín habla o no habla bien el alemán, porque (cito) yo hablo con ella en español. Olé. Ahora bien, cuando le preguntan si cree que es de recibo que nombren a un representante de la Generalidad de Cataluña en Berlín que no sepa alemán, pone una cara el hombre... Es mejor que lo sepa, responde, al fin, azorado.

Embajada de España en Berlín. Imponente.
Trabajan 112 personas en la embajada.
Perdón, trabajan los becarios y el resto...

Los becarios en Berlín se han animado a contarme algunas de sus cuitas. Pero extienden sus quejas a la Embajada de España en Berlín. La delegación catalana no deja de ser una miniembajada española y los vicios en una son vicios en la otra, a mayor escala.

Esas misivas confirman varias hipótesis:

a) Los becarios son los únicos que pegan sello en la embajada o la delegación. Si no fuera por los becarios...

b) Los becarios cobran salarios de miseria (cuando cobran) y les entra la fiebre amarilla si comparan su estipendio con el de los becarios de la Embajada de Francia, por citar un ejemplo.

c) Afirman, sin ningún género de duda, que algunos cargos a sueldo del erario público tienen un morro que se lo pisan. Su lema es Venga la pasta y que trabaje tu abuela. Los becarios nombran a Fulanito o Menganito, con tal cargo en la embajada o en la delegación, y largan ejemplos de vagancia y desparpajo que echan para atrás. De hecho, alguno se pregunta abiertamente si la señora Ortega en Berlín es necesaria, haciendo lo que hace, y algún otro señala con el dedo a tal o cual cargo diplomático hispano, que (cito) no sirve para nada. Digo lo de la señora Ortega en Berlín porque también lo dicen los periódicos, pero no digo quién es Fulanito o Menganito porque me resulta imposible verificar lo que me cuentan mis corresponsales.

d) No me queda claro si los becarios ligan mucho en Berlín. Ésa es una cuestión abierta.

En resumen, me pregunto adónde iremos a parar. ¿De qué servirá que un español le diga a un alemán que los alemanes trabajan menos horas o hacen más horas de siesta a la semana que los españoles? ¿De qué servirá decirle que los españoles (los catalanes, si quieren) somos responsables, trabajadores, buenas personas y además, simpáticos? ¿Se creerán que los españoles (y catalanes) nos cambiamos los calzoncillos con más frecuencia que los alemanes y nos duchamos y limpiamos más a menudo que ellos?

Mucho me temo que, cuando la señora Ortega en Berlín lea un discurso que sostenga tales hechos (incontestables), no la creerán.

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