Si los bailes de diables representan el caos ocasionado por el pecado, las bèsties representan, qué se yo, el terror máximo, el monstruo, la fuerza de la naturaleza desatada, lo más contrario que se pueda imaginar al orden que proporciona la cultura. Ése es el discurso antropológico. El indígena no llega a tanto. El indígena le dirá que el drac y l'àliga son personajes distinguidos y apreciados por los sibaritas del pim, pam, pum.
Son dos, por ahora, las bestias que escupen fuego y pólvoras en la Fiesta Mayor. Hubo un tiempo en el que sólo reinaba una, el drac. Fue un reinado largo y solitario, que permitió prescindir del alquiler de una bèstia de Vilafranca del Penedès.
El drac, la bestia recién salida del armario.
Cuentan que el drac nació como un monstruo marino. Luego, con el tiempo, emulando la evolución, el bicho que salió del agua, el monstruoso anfibio, se tornó verde y le nacieron escamas de reptil. Se convirtió en un monstruo de tierra firme, de la solana mediterránea, un monstruo que acecha entre vides y olivares bajo el sol estival.
Cuando se restauró a fondo y se recuperó el diseño original, el principal temor de los restauradores fue que el pueblo se sublevara al descubrir de nuevo al monstruo marino. El monstruo terrestre forjó generaciones y generaciones de indígenas que quizá se tomaran a mal descubrir que lo que tomaban por una cosa era en verdad otra. Por lo que sé, superada la consternación inicial, el indígena ha aceptado al drac recién salido del armario, acuático y de colorines. Mira por donde, que creía que era lagartija y ha resultado ser salamandra. Qué cosas y mira tú qué bien.
L'àliga. ¡Cuidado con este pájaro!
El àliga es un terror aéreo. Se supone que vuela y tiene alas. También ha cambiado de color, hasta dar con esta tonalidad rojiza que gasta ahora. Representa... Qué sé yo. A mí me da que es un grifo, más que una águila. Pero ¡qué más da! Los diseñadores de esta bèstia supieron cargarla con tantas pólvoras que no tiene nada, nada que envidiar al drac en potencia de fuego. Algún indígena (siempre en voz bajita) asegura que escupe más chispas que el drac.
Tenía que ser así, tenía que ganarse el respeto del indígena, que rara vez aprecia la novedad. A mí me da que es más siniestro, pero eso es por la novedad. Yo lo he visto llegar e imponerse a las reticencias a base de echar humo y fuego. Las nuevas generaciones indígenas creen que ha estado ahí toda una vida. La de ellos, es cierto, y no lo ven tan excepcional como yo lo veo.
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