Redistribución, malnutrición y hambre


Para acabar con la malnutrición infantil, el Gobierno de los Mejores recortó el presupuesto de las becas-comedor en Cataluña.
A eso se le llama... ¿cómo se le puede llamar?

Hay palabras que empleamos a diario dándoles un sentido determinado, pero podrían tener otro. Así, la malnutrición infantil es como la redistribución de la riqueza.

Se interpreta que un niño está malnutrido cuando pasa hambre, como se interpreta que la redistribución de la riqueza es que la diferencia de rentas entre ricos y pobres disminuya, cosa que puede conseguirse, por ejemplo, haciendo que los ricos paguen más impuestos que los pobres (porcentualmente), o reciban menos servicios a cambio de los mismos impuestos. En Cataluña, este intento de justicia social se llama déficit fiscal, por si preguntan.

Pero un técnico sanitario observará que un niño gordo es también un niño malnutrido, porque se nutre mal, come demasiadas grasas y azúcares, más de la cuenta. Un economista le explicará que hoy en día también existe una redistribución de la riqueza: los ricos son cada vez más ricos a costa de los pobres, que son cada vez más pobres, y se da la circunstancia que la renta de un rico paga menos impuestos que la renta de un pobre asalariado.

Ambos problemas están relacionados. Está más que probado. Cuando los ricos se hacen más ricos y los pobres, más pobres, se incrementan los problemas de malnutrición (desnutrición) infantil y aparece el hambre.

En Cataluña no íbamos a ser menos, pero aquí se pervierte el lenguaje. Lo dicho, a que el rico pague más que el pobre se le llama déficit fiscal y se considera malo. ¡Ay! Así, no solucionaremos nada.

Cuando el Síndic de Greuges expone el problema de malnutrición de unos 50.000 niños catalanes, no habla de niños gordos, sino de niños que pasan hambre. Hay que decirlo claramente, hambre. No morirán (literalmente) de hambre, pero sufrirán deficiencias físicas y psicológicas el resto de sus días por no tener que llevarse a la boca en su niñez. Hablamos de Cataluña, damas y caballeros, de nuestra casa. El Síndic de Greuges podría haber empleado hambre o desnutrición, pero prefiere emplear un término más neutro, malnutrición. Así evita hablar de hambre, pero eso es lo que hay, hambre, demasiada.

El consejero de Economía y Conocimiento (sic) sufre problemas de malnutrición, porque se alimenta de bolígrafos. Éste, al menos, tiene algo que llevarse a la boca.

¿Qué provoca ese hambre? La redistribución de la riqueza que apoya CiU desde el Gobierno de los Mejores, que no es la de Robin Hood, sino la de Félix Millet, Oriol Pujol o don Baudilio Ruiz, la que, con el apoyo implícito y evidente de ERC, suprime ayudas sociales y limita la educación y la sanidad públicas, la que deja sin trabajo a miles de empleados públicos, pero incrementa notablemente el número y el sueldo de los cargos políticos y asesores y promueve el saqueo y la corrupción de éstos, la que subvenciona el Barça, TV3 o la prensa amiga, pero aplaza sine die la subvención de plazas de residencias de personas dependientes, por ejemplo.

Esa hambre la provoca una política que también suprime impuestos para los que más tienen, la que defiende en el Congreso de los Diputados la reforma laboral o un montón de medidas liberalizadoras y privatizadoras (a beneficio propio, naturalmente) que, al final, hacen de los ricos riquísimos y de los pobres, legión. La provoca un gobierno que gestiona tan mal que provoca vergüenza ajena y deja tras de sí una administración pública enmarañada, despedazada, desanimada y endeudada, incapaz por muchos años que vengan de hacer algo serio, por culpa de los daños hoy sufridos. Si no me creen, les pongo deberes y busquen cuánto dinero nos va a costar la privatización de Aigües de Ter-Llobregat. ¿Cuántas miles de personas incrementarán la lista de espera en la sanidad pública por culpa de esta (mala) privatización?

Que en Cataluña hay pobreza no es ninguna novedad. La había (¡y mucha!) antes de la crisis y ahora, sencillamente, alcanza cotas tremendas. La cifra de 50.000 niños que pasan hambre ha sido sólo un toque de atención, pero es sólo la punta del iceberg. Hay quien dice que es un cálculo optimista. 

Pero ¡tranquilos! El presidente Mas dijo, textualmente, que en Cataluña ningún niño pasa hambre. Si él lo dice ¡será verdad! Pues también dijo que él no sabía nada del caso Palau, que se enteró por la prensa. Luego pacta con ERC no tratar el tema del hambre en el Parlamento de Cataluña y adiós, hasta luego, que me voy a la playa y allá os dejo.

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