BMJ desmiente a don Baudilio y don Arturo


El dúo dinámico, Arturo y Baudilio, Malo y Peor.

La salud de los niños catalanes ha empeorado. No lo digo yo, lo dice el British Medical Journal (BMJ). Pueden leer el artículo en:


El artículo se titula Impact of the economic crisis on children's health in Catalonia: a before–after approach, algo así como Impacto de la crisis económica en la salud infantil en Cataluña: un antes y un después. Lo firman cuatro médicos catalanes, que trabajan en entes públicos de la Generalidad de Cataluña y se consigna como artículo de Epidemiología. El artículo fue recibido en mayo, revisado por los expertos del British Medical Journal en junio, dado por bueno y publicado hace poco, el 23 de agosto.

El objetivo del estudio ha sido (traduzco) analizar cambios en las condiciones de vida de los niños en las familias catalanas entre 2006 y el período 2010-2012, y estudiar la asociación entre estos cambios y los indicadores de salud. Las conclusiones son brutales e incontestables. La primera, que los niños de familias pobres, en paro o con bajos niveles de educación sufren acusadamente en su salud los efectos de la crisis económica. Un ejemplo: no desayunan el 5,5% de los niños catalanes, en general; pero si éstos son niños catalanes pobres, que han nacido en una familia con un bajo nivel de educación, no desayunar es lo normal en uno de cada diez niños.

La salud infantil ha empeorado. Su actividad física se ha reducido un 4% (un 8% en las familias pobres), el incremento del consumo de comida basura también es notable y la obesidad entre las familias menos afortunadas se ha doblado, hasta afectar a uno de cada tres niños. Los indicadores de salud física y mental han empeorado en el conjunto de la población infantil alrededor de cuatro o cinco puntos sobre cien entre 2006 y 2010. En la población menos favorecida, por su nivel de educación o su situación laboral, el empeoramiento es más acusado y se dobla en algunos parámetros. Crecen los malos hábitos y disminuye la actividad física. La ansiedad y la presión del entorno sobre la población infantil cobran un peaje. Pero siempre más acusadamente entre los menos favorecidos.

Los autores dicen (traduzco) que algunas mejoras en los indicadores de salud infantil no han sido suficientes para compensar el impacto negativo de factores como la falta de recursos a la hora de comer en casa, la influencia de situaciones estresantes sobre los niños o la creciente desigualdad en factores y comportamientos saludables.

El estudio concluye con dos evidencias. La primera: la desigualdad social se ha disparado en Cataluña y son las familias menos favorecidas las que están pagando el precio de la crisis. La segunda evidencia es la consecuencia de la primera: la desigualdad afecta mucho más a la (mala) salud de los pobres que a la (no tan mala) salud de los ricos.

El consejo de los autores no puede ser otro: Policy measures that fight against these inequalities should be urgently implemented to avoid their negative impact on the health of future generations of Catalans. Claro y diáfano. En español, por si no lo han pillado, dice que si el Gobierno de los Mejores no se pone las pilas ya, ahora mismo, esto irá a peor y lo pagaremos todos.

Encima, se nos ríen en la cara.

Pero la urgencia de don Baudilio Ruiz y de su protector, don Artur Mas(nostijeras), es otra: jugar con la banderita para marear la perdiz y recortar y privatizar a gusto y destajo. El Síndic de Greuges anuncia que 50.000 niños catalanes sufren desnutrición y es como si dijera que viene el lobo, que nadie le hace caso. Es más, don Baudilio y don Arturo afirman, con una soberbia insultante, que no hay hambre en Cataluña (sic). Si acaso, añade don Baudilio, problemas de obesidad. Así le duela la barriga, ojalá.

Me apena decirlo. En Cataluña, combatir la injusticia social no es, ni parece que quiera ser, una prioridad del gobierno o de sus socios de juerga. Tampoco moviliza al personal. La pasividad, el desinterés y la desidia con que los catalanes permiten la destrucción de la sanidad pública, el desmantelamiento de los servicios sociales, la pérdida de calidad de la educación o la corrupción del gobierno, por citar lo más obvio y elemental, pone los pelos de punta. Las banderitas son el opio del pueblo y detrás de los colorines está cavando su tumba. Narcotizado y estúpido, (parte de) el pueblo aplaude quimeras y se deja robar su futuro.

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