La mojiganga



La moixiganga (mojiganga, en español) es un baile de origen levantino. Baile de los valencianos, lo llamaban, y derivó en los castells y los castellers, que también se llaman xiquets, por ser xiquet (muchacho) voz que significa valenciano.

Este baile es de los más antiguos. Se consideró que era esencialmente pagano e impropio de procesiones religiosas, por levantar torres y hacer alarde de virilidad ante el santo patrón, pero consta que durante los siglos XVII y XVIII se ofrecieron bailes de valencianos en lugares como Sevilla, pues era baile de fama en toda España y los bailarines valencianos corrían de aquí para allá con el número ensayado.

Bien entrado el siglo XVIII, se prohibieron muchas mojigangas porque habían perdido su sentido religioso y eran excusa para juerga y tocamientos. Pero la tradición se refugió en la zona de Valls, Reus y Tarragona, donde se convirtió, hacia principios del siglo XIX, en lo que ahora llamamos castells.

Sin embargo, una variante del baile de los valencianos viajó hasta el Penedés y más allá. Era la variante religiosa, llamémosla así, la que ahora llamamos moixiganga propiamente dicha. Los bailarines se mueven al ritmo de una música de chirimías en una coreografía muy elaborada, para acabar formando un cuadro del Via Crucis subiéndose unos encima de otros. Esas figuras, la música y la compleja escenografía nacieron durante la segunda mitad del siglo XIX y se han conservado más o menos intactas hasta ahora.

Es, por lo tanto, el baile más antiguo de la Fiesta Mayor. Algunos bailes pueden presumir de cien años de historia y tradición, pero ningún otro puede presumir de más de ciento cincuenta. De ahí el respeto que los indígenas sienten por él.

Me explicaron una anécdota, que desconocía. La mojiganga de Sitges dejó de interpretarse en la Fiesta Mayor de 1984 (ni me acordaba, estaba por otras cosas, entonces), pero no se perdió gracias a los niños.

En efecto, en la Matinal Infantil de Santa Tecla de ese mismo año, apenas treinta días después de la Fiesta Mayor, los niños bailaron la mojiganga. El pueblo aplaudió a rabiar y los mayores, arrepentidos, bailaron la mojiganga de nuevo en la procesión de Santa Tecla, que fue mojiganga solemne y meritoria.

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