Las autoridades, que no falten


La Fiesta Mayor es una fiesta popular y las autoridades representan al pueblo de una o de otra manera. Por lo tanto, tienen un papel, semejante al del santo en angarillas. Se sacan de paseo, para que vean a la gente de cerca, y para que los vean a ellos.

Las autoridades civiles son los representantes políticos del común; las autoridades militares (entre las que, con mucha imaginación, se incluirá el jefe de la Guardia Urbana) representan el brazo ejecutivo del pueblo e imponen la Ley, así, con mayúsculas. Que no falten las autoridades eclesiásticas, mediadoras entre Dios y los indígenas, que se limitan, hoy en día, a la participación del señor rector.

Las autoridades desfilan en las procesiones de los días 23 y 24, donde pasan casi desapercibidas. Reciben un baño de humildad. Nadie les hace caso. Así que llegan detrás del santo (otra humillación para los cargos políticos, el no ir delante), el público abandona las aceras o espera a que pasen deprisa para aplaudir a la banda.

Pero las autoridades tienen momentos de gloria en la Fiesta Mayor. El mejor papel se lo reservan los curas para sí. La mañana del 24, para celebrar la festividad de San Bartolomé, con Bartolo presente, todos los bailes y una multitud de indígenas presuntamente católicos, el rector ofrece la misa de la Fiesta Mayor, l'Ofici.

L'Ofici es caluroso (muy caluroso) y me han dicho que emocionante. Suenan las chirimías en homenaje al santo y los bailes participan en la Eucaristía de una u otra manera. El señor rector, aprovechando que tiene la parroquia llena hasta la bandera, algo insólito, larga un sermón largo tiempo gestado, que hasta duerme a las ovejas y no se acaba nunca.

¡Comienza la Sortida d'Ofici!

Pasado el suplicio de calores, sermones y chirimías, le toca el turno de saberse autoridad a las autoridades civiles. Se inicia la Sortida d'Ofici, donde se tiran petardos y se baila delante del Ayuntamiento. Las autoridades civiles ocupan el balcón engalanado y se lo pasan en grande presumiendo de tal privilegio. Las autoridades, abusando de su poder, llevan consigo a los niños y a algún amigo, para que disfruten con ellos la vista desde el balcón. Este año invitaron a un consejero del Gobierno de los Mejores, que contempló al pueblo de cerca, pero desde arriba, no fuera a pillar algo.

Las autoridades contemplan al pueblo desde las alturas.

Desde hace poco tiempo, se suman actos patrióticos a la Sortida d'Ofici, que son novedad. Así, por ejemplo, la banda municipal entona Els Segadors, que es el himno oficial de Cataluña desde 2006 y que se interpreta en la Sortida d'Ofici desde hace dos, tres, como mucho cuatro años, que yo sepa (pero igual me equivoco).

Resulta que Els Segadors tiene letra y el público congregado en el lugar va y canta el himno patrio. Es una pena, pero Els Segadors no se puede bailar. No da para tanto.

La primera estrofa arranca débil (el himno pilla por sorpresa al personal), pero el segundo verso ya se canta con fuerza. Luego viene una segunda estrofa, que no suena tan fuerte como la primera, porque la letra ya no la sabe tanta gente y unos corren a cantar lo que ha cantado antes el vecino. Las voces, pues, van una nota por detrás de la música.

Cuando la banda ataca la tercera estrofa, el primer verso casi no se canta. De hecho, escuché un (traduzco) ¡Coño! ¿No se había acabado? La mitad del público balbuceó la tercera estrofa y la otra mitad empleó la letra universal para himnos patrios (LUHP), que es (apunten, por si la necesitan): naniana naná naniana... También se cantó la universal chorus appliance of national anthems (UCANA): lalalá lalalá... En fin, que se cantó más mal que bien, pero se cantó. Afortunadamente, no se sumaron las chirimías al fervor patriótico. Se agradece.

Es una opinión personal, pero considero el himno patrio fuera de lugar. Entonarlo en medio del jolgorio es propio de aguafiestas. ¿A qué, ponerse solemne ahora? Además, Els Segadors es un himno ampuloso, con pretensiones insatisfechas (musicalmente hablando). No tiene la fuerza de La Marsellaise ni la notable enjundia de los himnos compuestos por Haydn, Mozart o Gounod. En circunstancias festivas, la pachanga del himno italiano o el etílico Asturias, patria querida tendrían mejor salida.

De hecho, en las mejores fiestas populares se aparcan los himnos patrios y se entonan cosas como Las vacas del pueblo ya s'han escapau, riau riau..., que son más propias de la situación y mucho más divertidas. ¡Eso son himnos de Fiesta Mayor, caramba!

Reivindico castells sólo para mayores de edad.
No es decente jugar así con los niños.

Si fue el himno, no lo sé, pero después de entonar Els Segadors se vació la plaza y se inició la función castellera. Con poco público, pero todas las autoridades todavía presentes, se procedió a poner en peligro la integridad física de menores de edad, que suben a lo más alto de una torre humana sin que el público se escandalice por ello. Al contrario, ¡aplauden!

Esta costumbre me saca de quicio y me pregunto si no tendría más mérito hacer castells sólo con personas mayores de edad. Pero nadie se atreve a proponerlo y no hay cojones, perdonen ustedes. Pero, ay, en toda fiesta folclórica se dan esta clase de actos bárbaros y crueles: se corren toros embolados, se echan cabras desde lo alto del campanario, se decapitan patos o se arriesga uno a que un niño se parta la crisma cayendo torre abajo.


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