Rindo homenaje al tipo del carrito. Sin él, sin tantos otros, no sería posible la Fiesta Mayor.
El tipo del carrito carga con la munición de una colla de diables o de una de las bèsties. Va detrás de los timbales, empujando una caja ignífuga y manteniéndola a salvo de chispas y fuegos, no vaya a prender la munición que acarrea.
Se aprendió dolorosamente que llevar los petardos en un morral era un juego peligroso. De vez en cuando, se colaba una chispa y ¡pum! El susto estaba garantizado y más de uno se ha hecho daño en la breve historia de los bailes de pólvoras indígenas.
De ahí el tipo del carrito, que empuja en silencio, lejos del aplauso y del reconocimiento, sin el auxilio del ánimo del pueblo, la munición que permite proseguir con el jolgorio. Anónimo, discreto, no sé qué haríamos sin él.
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