Sitges, aromas de corrupción

La industria de la perfumería atiende con interés. Eligio Hernández, que había sido fiscal general del Estado, dice que el caso de Sitges Reference deja ir aromas de corrupción. Como vemos cada día, tales aromas se asocian al éxito social, al enriquecimiento personal (pecuniario), a la erótica del poder, al irresistible tufo de la impunidad, que tanto atrae a propios y extraños de cualquier signo y condición. Si uno fuera capaz de destilar este perfume y vender Eau de Corruption, por darle un nombre, seguro que haría sombra al Número Cinco de Chanel.

Pero, hoy por hoy, los perfumistas tienen que conformarse con los aromas de corrupción en el sobaco de otros, inasibles y envidiados, ésos que saben dónde y cuándo meter mano a los caudales públicos, ésos que se reparten el pastel al otro lado del escaparate. Lejos de nuestro alcance, pues, tales perfumes, pero no por eso dejan de acudir las mejores narices, para intentar dar con los ingredientes del sutil aire corrupto, por si se acertara con la fórmula y pudiera embotellarse, venderse y hacerse uno de oro.

Hoy, esas napias superlativas recorren las calles de Sitges con especial atención al detalle, aspirando las brisas que proceden de un edificio de oficinas que ha procurado más disgustos que bienes. Hablamos del Sitges Reference, que ha generado una deuda de 11 millones de euros y más que generará, pues el Ayuntamiento de Sitges ocupa parte del edificio y paga un alquiler a todas luces desproporcionado. En mal momento, cuando la deuda municipal suma 43 millones de euros y tiene un déficit de 28 millones más.

Dicen que el asunto se inició en 2006, cuando el Ayuntamiento de Sitges dio la luz a Sitges XXI, una empresa municipal que construiría y explotaría un edificio de oficinas a disposición de quien quisiera utilizarlas. El problema fue que nadie preguntó si las empresas del país querrían montar sus oficinas en Sitges; se dio por supuesto que sí... y resulta que ha ninguna empresa se le había pasado por la cabeza. Fue antes la oferta que la demanda, y en mal momento, porque el edificio se acabó en 2008, después de haber costado un dineral, y la crisis envió a la demanda a tomar viento.

Los munícipes pusieron el terreno y Proinosa, una empresa metida en especulaciones inmobiliarias... perdón, una promotora... Proinosa, decía, puso la mitad del capital de la recién creada empresa mixta Sitges Reference. A la chita callando, eso sí, por no dejar escapar los aromas antes mencionados.

¿Olía a corrupto, este asunto? Les diré. Proinosa ya tenía el edificio proyectado dos meses antes de publicarse el concurso público que adjudicó su construcción, y también habían contratado al arquitecto antes de tiempo. Vamos, que Proinosa veía muy seguro que el concurso iba a llevárselo ella.

Por cierto, ¿no les suena Proinosa? Quizá les suene el caso Pretoria, que se llevó por delante convergentes y socialistas y está pendiente de ver qué pasa en los juzgados. Pues Proinosa estuvo metida en el ajo, aparece como protagonista en algunas situaciones comprometidas y comprometedoras y, por si acaso, cambió luego su nombre por el de Altiare. No le sirvió de mucho: se ha enfrentado a un concurso de acreedores, lo que antes era una suspensión de pagos.

Los perfumistas compiten con otros husmeadores, los de la Oficina Antifraude de Cataluña (OAC), que han decidido actuar en el caso después de las quejas del nuevo gobierno municipal. Para ellos, Eau de Corruption apesta lo que toca y buscan el foco de la miasma.

Los que ahora mandan en Sitges son los miembros de una alianza de convergentes, populares e independientes, si no recuerdo mal, que no se pueden ni ver con los que antes mandaban, otra mezcla de socialistas, republicanos e independientes... o algo así, no sé bien. El caso es que los mentideros del pueblo se llenan de fábulas, dimes y diretes que procuran el deleite de los barberos, los jubilados y las tertulias de café. Unos y otros se lanzan puñales envenenados con el perfume apestado del dinero público perdido.

Sitges Reference es una carga de profundidad política, una ruina económica, un despropósito mercantil... del que alguien, supongo, habrá sacado beneficio. Si no, es que somos más tontos que Abundio y esto no va mal, sino peor.

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