Su Majestad Imperial, Napoleón I, Emperador de los Franceses, Rey de Italia, Protector de la Confederación del Rin, etcétera, resulta que era caucásico, según los periódicos. Vamos, que no era árabe. Ya ven qué descubrimiento... Todo porque Gérard Lucotte, un científico del Instituto de Antropología Molecular de París, Francia, analizó el ADN de unos cabellos de Napoleón Bonaparte que se guardaba en un relicario de su antiguo amigo Vivant-Denon, ése que organizó la parte científica de la Expedición de Egipto y luego, con los frutos del saqueo de media Europa, montó el Museo Napoleón, hoy Museo del Louvre.
Pero hablábamos del doctor Lucotte. En un estudio anterior publicado en internet, Lucotte demostró que existe una característica genética muy rara y particular en la familia Bonaparte que permite discernir casi sin lugar a dudas si una reliquia es de Napoleón Bonaparte o no. Lucotte recuerda que son demasiadas las reliquias procedentes de Santa Helena y que Napoleón no tenía tanto pelo como para eso. También ofrece un método para asegurar definitivamente que quien está enterrado en los Inválidos es realmente Su Majestad y no otro cualquiera, por si algún día se precisa aclarar este punto.
Pero hablábamos del doctor Lucotte. En un estudio anterior publicado en internet, Lucotte demostró que existe una característica genética muy rara y particular en la familia Bonaparte que permite discernir casi sin lugar a dudas si una reliquia es de Napoleón Bonaparte o no. Lucotte recuerda que son demasiadas las reliquias procedentes de Santa Helena y que Napoleón no tenía tanto pelo como para eso. También ofrece un método para asegurar definitivamente que quien está enterrado en los Inválidos es realmente Su Majestad y no otro cualquiera, por si algún día se precisa aclarar este punto.
Porque, ah, amigos, todos andan dándole vueltas a quién está enterrado aquí o allá, se destapan conjuras esperpénticas que aseguran que Napoleón se fugó de Santa Helena o se sugiere que en 1840 desenterraron a otro y se lo llevaron a París, con mucho ruido y pompa. El método Lucotte puede asegurar con un margen de error de uno entre millones que el mechón de pelo que conserva Fulano es de Bonaparte o se lo tomaron al primo que lo compró. Por lo tanto, es un estudio de mucho mérito y bastante útil.
Un año después, o poco más, el doctor Lucotte ha vuelto a publicar un estudio basándose en la secuencia del ADN del Emperador. El estudio pretende analizar los orígenes de la familia Bonaparte.
Para quien no lo sepa, el doctor Lucotte es el descubridor de los marcadores genéticos que nos permiten seguir el rastro de nuestros antepasados y reconstruir la historia de la Humanidad. Él ha demostrado que el Homo Sapiens es de origen africano y ha reconstruido su migración a lo largo de los siglos, su conquista del planeta Tierra. No es, pues, un tipo cualquiera cuando habla de genes.
Publicó, pues, ese estudio en el Journal of Molecular Biology Research, en el núm. 1 del primer volumen de 2011. Su artículo se titulaba Haplogroup of the Y Chromosome of Napoléon the First, y pueden encontrar la referencia completa aquí mismo. El artículo lo firman el doctor Lucotte y dos colaboradores más, Thierry Thomasset y Peter Hrechdakian.
El sumario dice (y traduzco más mal que bien):
Este artículo describe el descubrimiento de la determinación del haplogrupo Y del Emperador de los Franceses Napoleón I (Napoleón Bonaparte). El ADN fue extraído del folículo de dos mechones de pelo de su barba, conservados por Vivant Denon en un relicario. El halogrupo Y de Napoleón I, determinado por el estudio de 10 NRY-SNPs (polimorfismos nucleótidos Y-simples no recombinados), es E1b1b1c1*. Carlos Napoleón, el actual descendiente colateral de Napoleón I, pertenece al mismo haplogrupo Y; su perfil Y-STR se ha determinado usando un grupo de 37 NRY-STRs (microsatélites Y no recombinantes).
Queda claro, ¿no?
Total, que Napoleón no tenía sangre árabe, me cuentan. ¿A qué ese interés por los árabes?
La leyenda negra que se extendió sobre los Bonaparte los convirtió en poco menos que monstruos sedientos de sangre, lujuriosos, caprichosos y feroces. Pero entonces alguien apuntó que si los Bonaparte eran tan malos, tan malos, podría serlo cualquier europeo. Tremendo. Así que buscaron y sembraron la sospecha de que, en pleno siglo XV, un corsario berberisco mezcló su sangre con los antepasados del Ogro, y esa sangre cuajó en el Monstruo, años después, para espanto de Europa.
El doctor Lucotte ha demostrado que los marcadores genéticos no tienen nada que ver con este asunto. Acaso se ha probado que cualquiera, de cualquier raza, puede ser un genio o un monstruo. Es cuestión de ponerse a ello.
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