La guerra de las gomitas

La industria del cine pornográfico mueve millones y millones alrededor del mundo. Tanto es así, que las productores de estas películas afincadas en el barrio de San Fernando, cerquita de Hollywood, en Los Ángeles, California, facturan ellas solas más de mil millones de euros al año. La industria ha superado una gran crisis por culpa de internet, pero internet también ha sido la tabla de salvación del gremio. Prácticamente todo el producto se comercia por la red, se filma y distribuye en formato digital y el negocio rinde beneficios tremebundos.

Sin embargo, un decreto del Ayuntamiento de Los Ángeles ha puesto patas arriba el negocio. El pleno municipal, prácticamente por unanimidad, ha aprobado una ordenanza que obliga a utilizar preservativos a los actores de las películas pornográficas filmadas (o producidas) en Los Ángeles. La obligatoriedad de las gomitas no será inmediata, pues se dan tres meses de plazo a las productoras para que vayan a comprarlas deprisa y corriendo, so pena de multa y sanción.

La misma película será prueba del delito. A la que aparezca una pica en Flandes sin la debida capucha, la municipalidad actuará de oficio. A las pruebas se remite uno, pues la culebra de la película no lleva chubasquero, y se había dicho que no habría pitos sin funda. Así que, señores míos, ahí va la multa y la próxima vez, envainen la espada antes de entrar a matar. Adiós, muy buenas.

La medida ha pillado a todos por sorpresa, a todos menos a una asociación que lucha contra la propagación del SIDA. La Fundación para la Asistencia Sanitaria contra el SIDA, conocida en los EE.UU. como AIDS Healthcare, hace ya tiempo que iba detrás de las películas pornográficas. Habían solicitado a los productores que, para dar ejemplo, los actores lucieran miembros con gomitas, porque el uso del condón es, ahora mismo, el instrumento más eficaz en la lucha contra la propagación de las enfermedades venéreas. En algún caso, se había llegado a un acuerdo voluntario, pero en la mayor parte de las veces, el actor acometía los agujeros a la brava, a pecho descubierto, y aquí Dios y después, gloria.

Si no por las buenas, por las malas. AIDS Healthcare inició una campaña a favor del uso de las gomitas en la industria del cine pornográfico. La ordenanza aprobada en Los Ángeles quieren ahora extenderla a toda California. Se han puesto a ello, con optimismo y buenas perspectivas.
Las empresas del sector se habían defendido contra la obligatoriedad del profiláctico argumentando el mucho cuidado que ponían en las revisiones médicas periódicas de actores, actrices y otras especies participantes en las escenas de riesgo. Les gusta mucho hablar de autorregulación.

Además, un trabajador del sexo podía presentar una demanda contra la compañía por asumir riesgos innecesarios en el lugar de trabajo, no por no llevar casco, sino por no cubrir la verga, pero sólo cuando esa empresa incumplía sus compromisos médicos con los trabajadores del toma y daca. En ese caso, un inspector del municipio tenía que personarse en el lugar de los hechos y comprobar que, en efecto, la minga iba sin abrigo y el fulano, sin seguro médico, lo que suponía un farragoso proceso administrativo, riesgos de multa aparte, que solía acabar con un acuerdo entre las partes, por no liarla.

El tercer argumento es muy americano. A la industria del cine subido de tono le pone de los nervios que el Estado meta las narices en sus asuntos. Se trata de relaciones sexuales consentidas entre personas adultas, dicen los productores, y nadie tiene que decir a nadie como darle por delante, por detrás o por donde Dios le dio a entender, porque si lo hiciera, atentaría contra la libertad de los ciudadanos. El argumento es bonísimo, pero no se trata de una relación sexual al uso, sino de un trabajo, y las condiciones de seguridad en el trabajo van por un lado y los fornicios de cualquier tipo, por el otro.

Total, que el municipio de Los Ángeles está por las gomitas. Ahora, los inspectores pueden presentarse de improviso en una filmación y comprobar si el trabajador lleva puesto el chupete y no anda en meterse como le trajo Dios al mundo. El coste de las inspecciones se sufragará con un cánon que pagarán las productoras, el permiso de filmación. Si no hubiera suficiente con los inspectores, el pase de una de estas películas en la que aparecieran porras sin funda bastaría para presentar una denuncia.

Ahora mismo, las productoras no saben qué hacer. Saben que las películas con gomitas venden menos, porque es voluntad del vidente deleitarse con la desnudez del pepino, pero también son conscientes del peligro de una infección en el rodaje. En los últimos cinco años, dieciocho actores han pillado el SIDA en un rodaje, y la nueva ordenanza puede ayudar a plantear denuncias millonarias contra la industria pornográfica. Unas empresas amenazan con marchar de Los Ángeles y dejar trabajadores en paro a sus espaldas, a lo que el alcalde de la ciudad responde que no es ése el perfil del trabajador que busca para asegurar la prosperidad económica de la población.

En el fondo del asunto se debate si uno tiene que acabar jodido por andar jodiendo, y ya se ve que el asunto de andar con gomitas en el trabajo no es baladí, ni mucho menos.

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