Perdón, ¿cómo dice?

Ha recién muerto José Luis Álvarez Emparanza, que se cambió a Jose Luis Alvarez Enparantza porque en vascuence no valen tildes y la eme delante de la pe está mal vista. Sin embargo, fue más conocido por su pseudónimo, Txillardegi. Nació en 1929 y ha muerto el 14 de enero de 2012.

Podríamos mencionarlo por muchas razones. Por ejemplo, es uno de los principales artífices del llamado euskara batua, que es la lengua vasca finalmente estandarizada en 1968, con ortografía, gramática y diccionario. Ese nacimiento del vasco estándar, en la reunión del Santuario de Aránzazu de la Real Academia de la Lengua Vasca en su 50º Aniversario, vino precedido de largos debates nunca exentos de propósitos políticos. A partir de entonces, el euskara batua se impuso sobre los dialectos que hasta entonces habían constituido la lengua popular, la lingua nauarrorum que se menciona en la Edad Media, mediante la ikastola (escuela) y el discurso oficial.

También se le debe al difunto la que dicen primera novela moderna escrita en vasco, Leturiaren Egunkari Ezkutua, que no sabría juzgar, por no haberla leído.

Los que navegan en los mares de la política vasca aseguran que Txillardegi ha sido uno de los pensadores más influyentes del nacionalismo vasco. Pues, no iba a serlo, si el muy cabrón fue uno de los fundadores de ETA.

Aquí se tuerce el currículum del personaje, que se peleó con la cúpula del PNV en los años cincuenta, fundó Ekin y parió ETA, me cago en sus muertos. De hecho, fue Txillardegi, el señor Álvarez, el que bautizó la banda Euskadi ta Askatasuna (ETA), que quiere decir Vasconia y Libertad. Sus camaradas de armas querían que se llamara Aberri ta Askatasuna (ATA), que es Patria y Libertad. Pero el señor Álvarez se opuso al lema porque era muy sobado y porque, en vasco, ata quiere decir pato. Antes que patosos, euskaldunes, y manos a la obra, que hay mucho que hacer.

ETA comenzó a matar y abrazó el socialismo revolucionario. El señor Álvarez se quejó y dijo aquello de nos están haciendo comer estrellas rojas de cinco puntas y nos vamos a atragantar. Porque el señor Álvarez era de izquierdas, decía, pero no creía ni en el internacionalismo ni demasiado en el socialismo. ¿Qué esperaban, si no, de quien bautizó tan particular movimiento como nacional-socialista (abertzale sozialista, en original)?

Mientras ETA iniciaba un camino de sangre que la llevaría a ser una poderosa organización mafiosa con notables intereses políticos y económicos en el País Vasco, quedándose por el camino cualquier propósito revolucionario que pudiera haber tenido en su origen, el señor Álvarez acabó fundando Herri Batasuna. ¿Fue una escisión? Al principio, sí. Luego, no. El entramado del nacionalismo vasco es un rompecabezas de intereses económicos, políticos y familiares de aquí te espero, que guarda una espantosa similitud con el devenir de la Mafia de Sicilia o la Camorra de Nápoles. Allá, en vez de PNV y Herri Batasuna tienen a la Democracia Cristiana de toda la vida, pero en lo demás son lo mismo, pistoleros incluídos, y sólo hay que dar una vuelta por ahí para comprobarlo.

El señor Álvarez acabó militando en Aralar en 1999, un movimiento a su vez escindido de Herri Batasuna, que reclamaba el fin de la violencia y la condenaba explícitamente. El señor Álvarez pasaba ahora por moderado, al exigir el cese de la lucha armada, que consideraba inútil... hasta que Aralar participó en un homenaje a las víctimas de ETA en 2007. Entonces asomó de nuevo el cabrón de Txillardegi. El personaje abandonó Aralar, por venderse a los españoles, ahí va, pues.

Estos últimos días, el señor Álvarez había vuelto a la órbita de Herri Batasuna, pero ha muerto, finalmente. Es decir, que todos lo ensalzarán por su compromiso político con la libertad del Pueblo Vasco (con mayúsculas) y por su brillante intelecto. Hasta habrá alguno que lo señalará como artífice de la paz, profeta de la concordia o alguna cursilería por el estilo. Ya verán como tengo razón.

Pues lo que es yo, qué quieren que les diga, si ha muerto, bien muerto está. Lo siento, pero no me veo capaz de lamentar su fin. Ha sido uno de los responsables de muchos muertos para nada, de mucho dolor inútil, de alentar un odio irracional que se pone por encima de la razón y el respeto, de dar alas a una organización criminal con ánimo de lucro, que vive de la extorsión y el terror. Al difunto y sus discípulos debemos la tésis de la socialización del sufrimiento. Que le den, en serio, y que le duela.

En cuanto a su intelecto, juzguen ustedes mismos. La siguiente cita la han destacado sus admiradores, que la consideran central en su discurso político. La transcribiré y traduciré, y me despediré de ustedes. Es una cita de Euskal kulturaren zapalketa 1956-1981 (La opresión de la cultura vasca 1956-1981), editado por Elkar en 1984.

Ahí va, agárrense:

Euskal arazoa ez da kultur arazo huts bat, jakina; eta honetara bildu nahi izatea, eskuindarkeria da. Baina euskal arazoak kultur izaria du bere muinean, eta kultur izari hori gabe, ez da euskal arazoa (gizarte-arazo bat izan badaiteke ere, nahiz ez nazio-arazoa). Bi mutur horien arteko bide hertsia euskal iraultzaileek ongi aurkitu eta errespetatu arte, Euskal Herriak ez du gerorik izango.

Traducción:

El problema vasco, por supuesto, no es una cuestión meramente cultural. Pretender reducir la cuestión vasca al aspecto cultural es derechismo. Pero el problema vasco sí tiene en su esencia una dimensión cultural, sin la cual no sería tal problema vasco (podría ser un problema social, pero no sería un problema nacional). Hasta que los revolucionarios vascos no encuentren el angosto camino que une a ambos extremos, Euskal Herria no tendrá futuro.

Perdón, ¿cómo dice?

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