El chafaminas

No se me ocurre otra manera de traducir Minenraümer. Tal era el nombre del trasto diseñado por Alkett, con la cooperación de Krupp y Mercedes-Benz, en 1942. Era conocido en el inventario militar alemán como VsKfz 617.

Se fabricó un solo prototipo, que los rusos capturaron en el campo de pruebas de Kummersdorf, en abril de 1945. Como ese prototipo se conserva todavía en el museo de tanques de Kubinka, no muy lejos de Moscú, es posible reconstruir su diseño con toda clase de detalles.

En 1942, los alemanes se enfrentaban a un tipo de guerra que no habían previsto. Aunque en la mente de todos están los tanques corriendo de aquí para allá, lo cierto es que éstos veían muy limitados sus movimientos por los campos de minas, que se sembraban por millones, ya en el desierto, ya en las estepas rusas. Para evitar las minas, los carros de combate se lanzaban de cabeza contra las posiciones antitanques enemigas y ya la tenían liada. Por lo tanto, había que diseñar algún vehículo limpiaminas. Tal era el propósito y la función del VsKfz 617.

Sabemos que el prototipo fue construido por la casa Alkett, de Berlín, por los números de registro del chásis y las planchas de blindaje. El trasto iba armado con dos ametralladoras, situadas en la torreta de un viejo tanque construido a principios de los años treinta y reciclada para la ocasión. Era un vehículo blindado, pero no demasiado. Las planchas blindadas tenían entre 10 y 40 mm de grosor, suficientes para soportar tiro de fusil o metralla, pero incapaces de sostener un proyectil contracarro cualquiera. Se reforzaron los bajos con planchas de 20 mm, por aquello de las minas.

Era un vehículo... feo. Delante tenía dos enormes ruedas metálicas, con unas zapatas diseñadas para que éstas no se hundieran en el barro. Esas ruedas, unos inmensos discos de metal, eran las que, por su propio peso, harían explotar las minas. El cacharro giraba hacia uno u otro lado gracias a una rueda trasera, también provista de zapatas, que funcionaba como un timón. Era un inmenso triciclo de seis metros y pico de largo, más de tres de ancho y tres de alto, que pesaba cincuenta toneladas y que se desplazaba a la asombrosa velocidad del paso de tortuga.

Alkett presentó el prototipo con el orgullo del inventor de una maravilla, pero los militares alemanes, al ver al monstruo chafaminas, se atragantaron del susto. El vehículo se movía torpe y lentamente, apenas podía maniobrar y se convertía en el blanco perfecto para la artillería y las chanzas del enemigo. El prototipo no salió jamás del campo de pruebas de Kummersdorf mientras duró la guerra. Fue una más de las armas milagrosas del nazismo, un fiasco.

Como ya he dicho, los rusos capturaron el Chafaminas en abril de 1945 y se lo llevaron a Dresde, donde permaneció unos meses hasta ser enviado a la Unión Soviética. Sin embargo, cuando quisieron probarlo, en 1947, descubrieron que se había oxidado, de tan abandonado como lo tenían, y que el transporte en ferrocarril se había cargado parte de la transmisión. Apenas pudieron ponerlo en marcha, dar una vuelta con él y enviarlo directamente al museo, para regocijo y risa del visitante, porque es cosa de ver qué feo y qué inútil fue y sigue siendo el chafaminas de Alkett, Krupp y Mercedes-Benz, el VsKfz 617.

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