¡Esto es la pera!

Seguro que han dicho alguna vez que tal cosa es la pera, por no decir que es la reoca. Les aclaro que tal pera no es el fruto del árbol, sino un artilugio mecánico que demuestra hasta qué punto el hombre es capaz de ingenio e imaginación.

Peras las había de tres tipos, anales, bucales o vaginales, aunque las primeras eran las más frecuentes. En su posición inicial, cerradas, las peras tenían forma de pera, de donde proviene su nombre. Esa forma facilitaba su introducción en el orificio en cuestión. Una vez en posición, el perista o verdugo de la pera, le daba vueltas a una llave, que quedaba fuera. La llave era solidaria con un tornillo, por donde se deslizaba una tuerca, conectada a tres o cuatro levas, que abrían la pera como se abre el capullo de una flor.

Si ya dolía que a uno le metieran la pera por el culo, no les cuento la risa cuando el perista le daba vueltas a la llave. Los efectos eran devastadores. Las peras solían tener en el extremo de sus alas unas puntas, a veces con forma de gancho, que facilitaban el estropicio.

La pera era un instrumento propio de los tribunales de justicia medievales y renacentistas. Las fabricaban relojeros y orfebres. Era el no da más de la tecnología de precisión.

La pera oral se reservaba para los falsos profetas, los propagadores de herejías o los blasfemos, quizá también para los chivatos. La vaginal, para mujeres adúlteras, o para aquellas que habían tenido relaciones sexuales con Satanás o alguno de sus parientes (sic). La pera anal, para los sodomitas. Pero esta especialización es un tanto arbitraria, puesto que la pera podía aplicarse a cualquier otra falta que mereciera un castigo lento, doloroso y seguramente, fatal.

La pera no era un artefacto para hacer que uno hablara, sino un instrumento para que uno callara para siempre. Por eso mismo, el Tribunal del Santo Oficio rara vez aplicó la pera a sus reos, puesto que sus ejecuciones eran públicas y la pera estaba diseñada para ser utilizada en la intimidad de un calabozo. Era un castigo selecto, al alcance de los pocos criminales que merecían un castigo de lo más pavoroso y terrible.

Ahora que sabemos qué es la pera, ¿qué será la reoca? Me da miedo pensarlo.

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