La culpa es de los enfermos, afirma don Baudilio

¿Qué le dan de comer a este hombre, por Dios? ¿Bebe o fuma o ejerce ambos vicios simultáneamente? ¿O es tal que así, directamente? Se ha emocionado, le ha pillado el gusto y ahora no hay quien lo pare. Hablo de Bío Ruiz, don Baudilio, un personaje que, si no fuera funesto, sería esperpéntico. ¿Saben qué ha dicho el tipo éste delante de los micrófonos?

La salud es un bien privado que depende de uno mismo, y no del Estado, ha dicho.

Don Baudilio, por favor... La salud es un bien, pero no siempre depende de uno mismo. ¿Me está diciendo que tengo yo la culpa de caer enfermo? Que me enfermo por joder, ¿no? Luego, que la salud no dependa del Estado... El estado tolera las falsas medicinas alternativas y se forra vendiendo alcohol y tabaco, y nuestros líderes patrios ponen enfermo al más pintado. Usted mismo, sin ir más lejos, ha hecho mucho daño.

Prosigue don Baudilio afirmando que, copio, no hay un derecho a la salud, porque ésta depende del código genético que tenga la persona, de sus antecedentes familiares y de sus hábitos, que es lo que sería el ecosistema de la persona.

No hay un derecho a la salud... ¡Por favor...! Sí que hay, ya lo creo que existe. Por eso se condena a quien atenta contra ella, contra la salud, porque contamina, envenena o mata. ¿Por qué se persigue, si no, el tráfico de estupefacientes o la adulteración de alimentos? Además, y ése es el derecho que usted está obligado a gestionar, don Baudilio, existe y se reconoce el derecho a recibir la mejor atención sanitaria posible. La denegación de auxilio es un delito, don Baudilio, uno muy grave. El pueblo disfruta(ba) de un servicio sanitario público y universal; es decir, que se financia(ba) con los recursos del Estado y proporciona(ba) ayuda médica y tratamiento a todos por igual, sin distinción de ninguna clase. Así era antes de que usted atentara contra ese sistema. A eso se le llama(ba) equidad, justicia social, igualdad de oportunidades, redistribución de riqueza, etcétera, a discreción.

Si el Estado no procura ni esto, ¿para qué queremos Estado?

Don Baudilio, emocionado, añadió que el usuario debe tener la responsabilidad moral de que cuando no trata bien a su salud la tenemos que pagar entre todos.

Ay, don Baudilio... ¿Le da a la cazalla o piensa realmente lo que dice? ¿Por qué no hablamos de su propia responsabilidad moral? ¿Cuántos sufrimientos se van a prolongar porque usted y los suyos prefieren cerrar quirófanos a discreción a pensar mejor las cosas? ¿Cuántos muertos costarán sus recortes, don Baudilio?

La gota que colma el vaso es que señala con irritación que, cada día, mil pacientes no acuden a su cita con el especialista, y ese tiempo perdido nos cuesta muchísimo dinero. Diez millones de euros, dice. Para mí los quisiera, pero diez millones ¿qué son para usted? Es tanto como lo que se gasta TV3 en un par de partidos de la Copa de Champiñones. Ay, don Baudilio... ¿Y por qué no acuden al especialista?

En su mayor parte son enfermos, si no, no habrían concertado una cita con el especialista. Quizá eso nos dé una pista. ¿Cuánto tiempo tarda uno en ver al especialista para que le diagnostique? Meses, en el mejor de los casos, gracias a su gestión. Unos pacientes mueren durante la espera; otros, enferman gravemente y ya han pasado por urgencias; como están enfermos, es fácil que estén siendo tratados de cualquier otra cosa; algunos... se habrán curado, por qué no, después de tanto tiempo; en muchos casos, el especialista no sabe que el paciente no se presentará porque está siendo tratado por otro médico y el sistema de gestión de la información no funciona. Etcétera. Además, ¿qué porcentaje de pacientes no acuden? ¿El 50%? ¿El 20%? ¿El 5%? ¿...? Diga la verdad, toda la verdad. Creo que el asunto tiene más relación con una mala gestión que con una chusma de ciudadanos enfermos e inmorales, valga la redundancia.

Habla por hablar, don Baudilio, tira del tópico, por engañar y confundir. Si cree en lo que nos está diciendo, o si no cree, pero lo dice por decir, háganos el favor y dimita, lárguese, márchese con viento fresco. Al menos, cállese. Lo menos que se espera de usted es que no nos ofenda, por favor.

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